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Catalina Labouré nació el 2 de mayo de 1806, en una granja ubicada al norte de Francia. En 1829, ingresó a un convento de las Hijas de la Caridad, una orden religiosa que se dedica a trabajar principalmente como enfermeras en hospitales. Un día, 27 de noviembre de 1830, mientras ella y sus hermanas se encontraban en la capilla haciendo su meditación nocturna, vio una hermosa mujer que estaba de pie sobre el mundo, y supo que se trataba de Nuestra Señora. La Santísima Virgen le dijo: “Estos rayos simbolizan las gracias que derramo sobre aquellos que las piden. Las gemas de las que no emana ningún rayo son las gracias que las almas se olvidan de pedir.” A continuación, Catalina vio escritas alrededor de la Virgen, en letras doradas, las palabras “Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a vos.” Luego, Nuestra Señora le dijo: “Manda hacer una Medalla igual a la que acabas de ver. Todos los que la usen recibirán grandes gracias; deben llevarla alrededor del cuello. Las gracias abundarán para todos aquellos que la usen con confianza.”
Catalina le describió la medalla a su director espiritual, quien mandó a hacer las primeras medallas bajo su dirección, pues ella deseaba que su identidad permaneciera oculta. Aunque la Medalla inmediatamente se volvió popular en todo el mundo, la identidad de Sor Catalina se ocultó con éxito durante 46 años, a pesar de los constantes intentos por descubrir a la visionaria. Muy pronto, se reportaron numerosos milagros por la gente que había usado la medalla y rezado la oración, especialmente hubo muchas conversiones y curaciones de enfermos desahuciados, por lo que se le comenzó a llamar “La Medalla Milagrosa”. Durante todo este tiempo, Santa Catalina permaneció trabajando como enfermera en su hospital, desconocida por todos. Murió el 31 de diciembre de 1876.
Cuidó a los enfermos durante toda su vida sin recibir ningún tipo de reconocimiento público por la increíble visión que tuvo, llegando incluso a rechazar una entrevista con el Papa Gregorio XVI. Cuando su tumba fue abierta, en 1933, casi sesenta años después de su muerte, su cuerpo estaba perfectamente conservado sin ninguna señal de descomposición. Sus ojos seguían siendo de color azul, y sus brazos y piernas todavía podían moverse, como si sólo estuviera dormida. Su cuerpo permanece en la misma condición al día de hoy, y se puede contemplar en la capilla de las Hermanas de la Caridad en la Rue de Bac, París.
BY Gonzalo GY
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