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DEVOCIONAL: ¿LEJOS DE CASA?

La parábola del hijo pródigo es una de las historias más conocidas de Jesús. Nos habla de un hombre que tenía 2 hijos. Un día, el hijo menor decidió irse de la casa y se fue muy lejos. Allá se gastó toda la herencia que exigió que su papá le diera antes de marcharse. Después de perderlo todo, se arrepintió y decidió regresar.

Contrario a lo que se esperaba, su papá lo recibió con brazos abiertos y festejó el regreso de su hijo amado. El otro hijo no estaba nada contento. La realidad era que su hermano había renegado de la familia y había despilfarrado sus bienes. ¿Cómo le podían dar tan buen recibimiento?

¿Con cuál hijo te identificas mejor hoy?

A veces nos desviamos, abandonamos la presencia del Padre y decidimos vivir por nuestra cuenta y a nuestro riesgo. Pero tarde o temprano entendemos que la vida sin Dios es como un desierto: todo es ilusión, soledad y vacío. O tal vez te pareces más al hijo mayor: aparentemente estás en la casa del Padre - hasta le prestas algún servicio
Buenas noches !Feliz domingo!Reflexión del domingo

“LA VERDAD NO SE NEGOCIA”
“Pues no somos como muchos, que medran falsificando la Palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo”. 2 Corintios 2:17.
La palabra “medrar” en griego es kapeleuo que significa “dedicarse a la reventa, traficar; vendedor de cosas de poco valor”. Esta palabra se usaba para mencionar a la persona que trataba de conseguir ganancias por medios deshonestos. Además Pablo usa la palabra “falsificar” que significa “diferente al original; burda imitación; copia falsa”, para referirse a los que adulteran la Palabra de Dios para obtener un beneficio personal.
Pablo les advierte a los corintios que muchos que parecían tener la verdad, predicaban sin entender el mensaje de Dios o sin importarles lo que pudiera sucederles a sus oyentes.
Los que medraban la Palabra no eran solo los predicadores, sino personas comunes que cambiaban el evangelio. No siempre el beneficio que querían obtener era monetario, muchas veces buscaban tener una mejor posición social, laboral o ministerial para evitar las burlas y desprecios de ciertos sectores sociales. Incluso para no ser expulsados de la familia por ir en contra de los principios tradicionales. Cualquiera fuera su motivación, quien parcializaba la verdad la estaba adulterando.
En contraste, los que seguimos fielmente el evangelio hablamos de Cristo con sinceridad. La palabra “sinceridad” significa “puro, libre de mezclas”. Así es el creyente fiel, habla la verdad sin adulterarla a pesar de las consecuencias que traiga el proclamarla.
Hoy somos presionados por el sistema a modificar la verdad. Somos presionados por amigos y familiares para dejar de lado los principios cristianos y cambiar nuestra ética y moral. Compañeros de trabajo y de estudios que muchas veces tratan de intimidarnos a través de burlas, amenazas y confrontaciones para que dejemos pasar muchas cosas que sabemos que a Dios no le agradan.
Sin embargo, somos llamados a ser misericordiosos y compasivos, pero eso no incluye cambiar la Palabra de Dios. Estamos del lado del apóstol Pablo, aunque muchos cambien la verdad para su propio beneficio, nosotros no lo haremos. Hablaremos siempre con sinceridad de parte de Dios, conscientes de que un día daremos cuenta de nuestras acciones y palabras.
El mundo necesita saber la verdad, lo único que puede hacer libres a los que aún no conocen a Cristo. “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8:32.
Una actitud refrescante… 
A lo largo de mi vida en la iglesia, he visto que hay una serie de prácticas relacionadas con la humildad que suelen considerarse deseables, tales como:
• Decir que no se nos da bien algo en lo que somos claramente talentosos, 
• Destacar nuestra pequeñez, y nuestra incapacidad de hacer las cosas por nosotros mismos
• Dar en seguida la gloria de Dios por cualquier cumplido que nos puedan hacer
¿Esto te suena familiar? Recuerdo de hecho que, cuando conocí al Señor, solía escuchar testimonios de personas que se habían sentido llamadas a servir a Dios en diferentes áreas. Una cosa que me llamaba la atención es que muchas de ellas explicaban cómo al principio no se lo podían creer, y relataban su diálogo con Dios acerca de cómo era posible que ellas hubiesen sido escogidas para esa labor, si no eran dignas, y no se sentían capacitadas para ello. 
De primeras, parece una actitud profundamente humilde, pero cuando analizamos todos los elementos mencionados arriba, hay un común denominador que se encuentra en el centro de la escena: el “yo”.
Déjame que te ilustre esto con el ejemplo de Moisés. Cuando Dios le llamó desde la zarza ardiente, Moisés discutió varias veces con el Señor, diciéndole lo torpe de palabra e inadecuado que era para la tarea, y animándole a buscar a otro. Podríamos pensar que Dios debería estar contento con su actitud humilde, pero en realidad dice la Biblia que llegó un punto en el que Dios “se enojó contra Moisés” (Éxodo 4:14).
¿Por qué crees que esta actitud molestó a Dios? Porque es una falsa humildad. Moisés estaba mirándose a sí mismo, en lugar de a Dios. La fe nos lleva a poner nuestra mirada en Él, y a caminar en Su Palabra, no a dudar debido a nuestra pequeñez. 
La humildad auténtica consiste en apartarse uno mismo de la ecuación. En la práctica, y siguiendo los ejemplos anteriores, podría ser algo como:
• Reconoce con sencillez aquellas cosas que se te dan bien. Seguro que hay otras muchas que no se te dan tan bien, así que ¡no hay motivo para el orgullo! =)
• Destaca la obra de Dios sobre tu vida, y las cosas preciosas que Él está haciendo.
• Cuando te hagan un cumplido, di con una gran sonrisa: “¡Gracias, lo aprecio enormemente!”. Así, la otra persona se sentirá bendecida al saber que te ha animado, y podréis cambiar rápidamente de tema ;)
• Y cuando Dios te llame a hacer algo, dile: “No sé cómo lo vas a hacer, pero heme aquí. ¡Vamos a por ello!” =)
Querido/a amigo/a, ¡la humildad auténtica es tan refrescante! Que en este día puedas dejar cualquier fórmula o apariencia a un lado, y que puedas disfrutar de conversaciones genuinas, sencillas y refrescantes.
¡Eres un Milagro!

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¿Primero o segundo?
¿Cuál es el origen de tu identidad? Todos tenemos muchas cosas que nos definen como personas, pero tenemos que encontrar aquello que nos da un sentido y un propósito. 
Muchas personas tratan de encontrar su identidad en el trabajo que realizan, o en sus estudios, en sus equipos deportivos, o aún en su rol en la familia. Todas estas cosas son buenas, y conforman en cierta manera nuestra personalidad, pero no son suficientes para definir quiénes somos en verdad. 
Nuestra identidad fluye de Jesús, de nuestra relación profunda con Él. Es en Él en quien podemos tener respuesta a la preguntas de quiénes somos, y de cuál es nuestro propósito aquí en la tierra. Y es de ahí de donde nuestra humildad más sincera también nace: de la convicción de que Él es nuestro todo, y de que sin Él no podemos hacer nada (Juan 15:5).
¿Cuánto dependes de Dios en tu día a día? ¿Cuánto espacio le das para que te dirija a la hora de tomar decisiones? He experimentado en varias ocasiones en mi vida el fracaso de querer hacer las cosas a mi manera, y puedo decirte que he aprendido una cosa: no quiero dejar que mi orgullo me lleve a hacer lo que me apetezca, sino que quiero estar con Jesús en mi día a día, y hacerle parte de mi realidad, para que Él dirija mis pasos. 
Esto es humildad auténtica: cuando, en lo más reservado de tus tiempos de oración, derramas todo tu ser ante Dios, y luego, durante el día, te esfuerzas por seguirle y por obedecer aquello que Él te va mostrando. Es ahí donde encontramos la fuerza para poder hacer todo lo que Dios nos llama a hacer sin que nuestro corazón se enorgullezca.
Es por ello que, como Jesús, podemos ser personas seguras, inspiradoras, creativas, innovadoras… y, al mismo tiempo, ser verdaderamente humildes. Sabemos quiénes somos en Jesús, y sabemos que dependemos totalmente de Él. Y es gracias a ello que podemos experimentar una gracia sin igual en nuestras vidas, porque como dice la Escritura, “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6).
Querido/a amigo/a, la gracia de Dios en tu vida te permite brillar con Su luz. Que en este día, la Presencia de Dios te guíe en cada paso, y que Su paz te acompañe. ¡Él quiere hacer cosas preciosas en tu vida, y a través de ti!
¡Eres un Milagro!

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2025/07/02 15:21:56
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