Warning: Undefined array key 0 in /var/www/tgoop/function.php on line 65

Warning: Trying to access array offset on value of type null in /var/www/tgoop/function.php on line 65
17767 - Telegram Web
Telegram Web
Viernes 21 de marzo + II Viernes de cuaresma + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 21, 33-43.45-46

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.
Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera.
Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: "Respetarán a mi hijo." Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia." Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.
Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?»
Le respondieron: «Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo.»
Jesús agregó: « ¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?
Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos.»
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.

Palabra del Señor
Comentario a Mateo 21, 33-43.45-46:

Continuando con el Evangelio del domingo, ¿recordás la transfiguración de Jesús en el monte Tabor, con tres discípulos elegidos especialmente por él, para mostrarles su ser divino, mostrarse como Dios? Y así tuvieron fuerzas en los momentos de cruz, en los momentos de dificultad. Recordarás que Pedro pretendió quedarse ahí. Pedro pretendió lo que cualquiera de nosotros pretendería, disfrutar plenamente todo lo que podamos. Esa es la sensación que podemos tener todos cuando tenemos una experiencia profunda de Jesús en nuestra vida, ya sea en la oración, ya sea en un encuentro espiritual, personalmente con un grupo o incluso también muchas veces puede ser amando, entregándonos, que en definitiva es donde siempre está Dios, en el amor, o puede ser cuando recibiste un sacramento.
Recuerdo que me contó hace poquito tiempo un matrimonio, que hace poco se había casado, que fue a raíz del sacramento del matrimonio que experimentaron el deseo de volver hacia Jesús, porque a pesar de que se estaban casando por Iglesia, no se habían acercado con esa consciencia de saber lo que hacían.
Bueno, Dios se nos puede manifestar de múltiples maneras, pero lo importante es que no podemos quedarnos en el monte para siempre, tenemos que bajar. Por eso Jesús animó a los discípulos a que callaran, a que se guarde esa experiencia para ellos y que vuelvan al llano, vuelvan a trabajar con él. ¿Sos de los que se quiere quedar para siempre disfrutando esa experiencia y después no quiere bajar o sos de los que en definitiva sube al monte para orar y tener fuerzas para amar? Pensémoslo, porque en realidad ese es el verdadero camino, orar para amar y amar también para encontrar nuestros momentos de oración.
La historia de la salvación de toda la humanidad es al mismo tiempo espejo y reflejo de la historia de salvación tuya y mía, de cada uno de nosotros. ¿Qué es la historia de la salvación? Bueno, es sencillo y simple. La historia de un Dios que es Padre y que anda de hace miles de años buscando al hombre para que el hombre se dé cuenta de una vez por todas de que no hay nada más lindo que encontrarse con él y de ser encontrado por él. ¿Vos pensabas que en tu historia eras el protagonista principal? No, no te la creas. Sos parte de la historia, pero no sos la historia en sí. Dios, nuestro Padre es el dueño y Señor de la historia de la vida, de nuestra vida. Él es el que creó el escenario, él es el que puso la escenografía, él es el que la embelleció, él es el que la pagó con su amor, él es el que puso los actores y el que los quiso dirigir, pero los actores se rebelaron olvidándose de su papel, olvidándose que el dueño de todo es el Señor y quisieron hacer su propia obra, como hacemos tantas veces vos y yo.
Jesús con esta parábola hace un resumen de la historia de la salvación, de la historia de un Dios que ama a su creatura y por amarla le da todo, esperando algo a cambio, por supuesto. Y no solo le dio signos y cosas para que se dé cuenta de su amor, sino que no conforme con eso, envió a su propio Hijo, Dios mismo se hizo presente para que el hombre terminara de darse cuenta. ¿Qué pasó? Lo que escuchamos. Lo mataron para quedarse con la herencia. El hombre se adueña de lo que es de Dios. Vos y yo nos adueñamos de lo que es de Dios cuando pecamos. Ese es nuestro mayor pecado, es el peor pecado que atraviesa toda la historia, la historia grande del mundo y la historia de nosotros. El Padre nos busca y nosotros que no respetamos los signos y enviados de Dios, los de cada día, sino que tantas veces los echamos de nuestra vida, los apedreamos para seguir en la nuestra. Esta historia se repite una y otra vez cuando no dejamos entrar a Jesús a recoger los frutos que le corresponden.
Tenemos que tomar consciencia que nosotros estamos viviendo la mejor parte de la historia de la humanidad, no nos podemos quejar. Si nos quejamos, quiere decir que todavía no entendimos. Muchos quisieron estar y vivir lo que nosotros estamos viviendo.
Ya conocemos el final de la película, de la historia, que tarde o temprano va suceder. Jesús fue rechazado, es verdad, pero ganó en el silencio de la cruz y de la resurrección y se quedó para siempre con nosotros. El rechazo de los hombres de ese tiempo y de nosotros se transformó en el mayor triunfo de un Dios bastante particular, que hizo y hace lo inimaginable.
En lo concreto, tratemos de darnos cuenta en cada cosa que no podemos negarle a Dios lo que le corresponde. No podemos negarle al Padre lo que es suyo. Todo es por él, de él y para él, tu corazón y el mío. Y en la historia de este día, hay que dejarse encontrar por el que nos busca, no rechazar los enviados del Padre y por eso hay que estar muy atentos.

www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Sábado 22 de marzo + II Sábado de cuaresma + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 15, 1-3. 11b-32

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo entonces esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de herencia que me corresponde." Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! “Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado." Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso. Él le respondió: "Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo." Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: "Hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!"
Pero el padre le dijo: "Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado."»

Palabra del Señor
Comentario a Lucas 15, 1-3. 11b-32:

Después de una semana en la que además de los evangelios de cada día intentamos desmenuzar y profundizar la escena de la transfiguración del Señor ante la mirada atónica y el corazón sorprendido de esos tres apóstoles, llegamos a este sábado sabiendo que tenemos que “bajar” al llano, que las transfiguraciones en la tierra, esas que nos regala Jesús, son pasajeras y es necesario volver a la vida diaria. La gloria eterna, la gloria de Dios podremos disfrutarla cuando nos toque partir de este mundo y hayamos pasado el juicio misericordioso de Dios que es Padre, y que envió a su Hijo al mundo para salvarnos, y no para condenarnos. Por eso, aun cuando inconsciente o conscientemente deseamos hacer tres carpas para quedarnos siempre con el Señor y no tener que volver a lo nuestro, debemos volver con alegría sabiendo que los consuelos de Dios son para compartirlos y ayudar a los demás a encontrar ese amor, mediante nuestro testimonio.
Es poco el tiempo que nos queda para comentar semejante parábola de algo del evangelio de hoy. Es una pena. No se puede decir tanto en poco tiempo, lo que sí se puede, lo que sí podés es volver a escucharla una y mil veces y pedirle a Jesús que te ayude a reconocer en este relato el corazón del Evangelio, el corazón de un Padre que nos sorprende tanto, que destruye toda la lógica humana de lo que nosotros consideramos justo. Ya estarás sacando tus propias conclusiones, ya habrás estado pensando algo mientras escuchabas este relato de Jesús. Te pregunto, y me pregunto también, para hacer una especie de resumen o propuesta. ¿Cuál es tu primera sensación? Antes de pensar y reflexionar cómo es posible algo así, ¿qué sentimiento te aflora? Es verdad que es bueno pensar, pero también es verdad que es bueno sentir y reconocer eso que sentimos. Hay que aprender a leer entrelineas de lo que sentimos, en nuestros sentimientos. ¿Te enoja que este Padre sea tan bueno? ¿Te enojás como el hijo mayor? ¿Te sorprendés por tanto amor, como el hijo menor? ¿Entrás a la fiesta del hijo menor, del perdonado o te quedás mirando desde afuera, con bronca? ¿Entrás como el hijo menor y disfrutás del perdón como lo disfruta el Padre? ¿Qué haríamos nosotros si nos pasara lo mismo? ¿Qué harías si fueses padre realmente y tuvieras dos hijos y te pasara lo mismo con un hijo? ¿Qué harías si hubieses despilfarrado los bienes de tu padre, con qué cara volverías a abrazar a tu padre? ¿Volverías o te quedarías entre los cerdos eternamente? ¿Cuál sería tu reacción al ver que un hermano tuyo vuelve a tu casa a reconocer su pecado?
¿Qué dirías si te digo que el Padre del Cielo, el Padre de Jesús, tu Padre y mi Padre, vive para darnos su perdón y nosotros no nos damos cuenta, ya sea porque nos llevamos lo que no es nuestro y lo gastamos, o porque teniendo todo lo de él nunca lo pudimos disfrutarlo? ¿No será que vivimos en nuestra propia galaxia de egoísmo y hasta le queremos enseñar a Dios como se es Dios? ¿No será bueno pedir en esta cuaresma poder llegar a la Pascua y disfrutar de la fiesta que el Padre nos tiene preparada, nos quiere hacer y nosotros nos empeñamos en arruinar?
Sé que te llené de preguntas. Bueno, por ahí alguna te ayude a reconocer que en esa primera sensación o sentimiento que reconociste podés encontrar la voz de Dios Padre que algo te quiere mostrar, nos quiere mostrar.

www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Domingo 23 de marzo + III Domingo de cuaresma(C) + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 13, 1-9

En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él les respondió:
«¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.»
Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: "Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?"
Pero él respondió: "Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás."»

Palabra del Señor.
Comentario a Lucas 13, 1-9:

En este nuevo domingo que se nos regala para poder descansar un poco más, para estar en familia, para glorificar al Señor, porque es su día, tratando de estar un poco más con él, rezar más, de escuchar más, de abrir nuestra alma a la Palabra que día a día se nos regala y nos va llevando hacia la Pascua, no tengamos miedo ni pasemos de largo esta aparente contradicción de las palabras de Algo del Evangelio de hoy. Por un lado, dijo Jesús: «Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, acabarán de la misma manera». Parece ser como una amenaza. Y por otro lado, esta expresión: «Señor, todavía déjala este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás».
Ese mismo Jesús, ese mismo que nos llama urgente a la conversión, a que cambiemos, a que nos despertemos del estado de dormición a veces en el que vivimos, es el mismo que después se juega por nosotros, por cada uno de nosotros, por vos y por mí, y le dice al Padre, al dueño de la viña: «Déjalo un poco más, no lo cortes, no te lo lleves; si yo lo ayudo, si yo remuevo la tierra a su alrededor, si yo abono, puede ser que todavía dé frutos». No es contradictorio en realidad esto, no es que Jesús hace el papel de bueno, viñador, y el Padre hace el papel de malo, tampoco es así, el papel de propietario, calculador, del dueño que quiere cortar de raíz todo aquello que no dé fruto. No, es una parábola, una parábola que quiere llevarnos a algo más profundo, que quiere que descubramos otra cosa que está detrás, que en realidad eso es lo que haríamos nosotros finalmente, nosotros nos comportaríamos como ese propietario impaciente. Eso hacemos nosotros con las cosas y con las personas cuando la paciencia se nos acaba, nuestra paciencia es limitada, chiquita, es débil; tenemos en realidad paciencia con las cosas que nos gustan y nos convienen. Muchas veces somos egoístas y después explotamos y cortamos de raíz ciertas cosas, o personas que consideramos que no lo merecen, que no valen la pena. No vale la pena esperar por esto, decimos.
¿Cuántas cosas y personas hemos cortado de raíz por no haber sabido esperar, en el fondo por no saber valorar y descubrir que, esperando, todo puede dar fruto si se abona y se cuida? ¿Cuántas relaciones hemos roto así? ¿Cuántas personas quitamos de nuestra vida por no haberles dado una oportunidad más? ¿Cuántas veces hicimos el papel de dueños malos, impacientes que pretenden merecer, que quieren y se creen merecedores de los frutos de su tierra como si realmente fuéramos los dueños de la vida de los demás y de las cosas que nos rodean? ¿Cuántas veces? Seamos sinceros. Por contraste hoy podríamos maravillarnos de la paciencia de un Dios que es Padre siempre, de una paciencia infinita que tiene para con todos, no cortando las vidas de raíz. También un Dios que es Hijo y sabe jugarse por sus hermanos, es viñador y se juega por nosotros. Y también, por otro lado, por qué no asustarnos un poco por nuestra paciencia, tan chiquitita y limitada, que tantas veces se transformó en impaciencia, siendo ansiosos e implacables con los demás, con nosotros y con las cosas. Nosotros muchas veces sufrimos por esta gran paciencia de Dios que parece no actuar, que parece no hacer nada, no destruir lo que no sirve, que lo deja, que parece inmóvil ante tanta inmundicia de este mundo, ante tanta injusticia y violencia. Sin embargo, creo que hoy todos tenemos que aprender a sufrir por paciencia, es una gran virtud, sufrir por paciencia, que en definitiva es amor, con amorosa paciencia.
La falta de frutos de nuestra vida, y la de los demás, tiene que ver con nuestra impaciencia, por eso es bueno saber que siempre hay un rescoldo, un fondito del corazón, un resto que nos da esperanza para poder algún día dar frutos. Una semilla ahí escondida que todavía puede amar, que todavía vale la pena esperarla y esforzarse para verla crecer, vale la pena seguir rogando, sentarse y esperar.
De la misma manera que Dios y los demás lo hicieron conmigo y con vos, ¿cuántas veces nos esperó nuestra madre, nuestro padre, nuestro profesor, nuestro amigo, nuestro abuelo y abuela, para vernos crecer y dar frutos? ¿Cuántas veces? Ni nosotros lo sabemos, imaginemos si nos hubieran cortado así de rápido, ahí nomás, cuando nos vieron medio marchitados y cansados sin hacer nada. No estaríamos escuchando hoy esta Palabra de Dios, escuchando esta parábola que exalta la admirable y sufriente paciencia de Dios, que nos envía a su Hijo el viñador para abonarnos, jugarse por nosotros, mover la tierra de nuestro corazón. Despertémonos, despiértense, nos dice Jesús, arriba, porque podemos morir en cualquier momento, somos creaturas como todos, como los que día a día mueren por ahí por causas normales y a veces también injustas. Todos podemos acabar igual, todos tenemos y podemos dar frutos, somos semillas del Padre y tenemos mucho para dar, no tengamos miedo, no nos guardemos nada.

www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Lunes 24 de marzo + III Lunes de cuaresma + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 4, 24-30

Cuando Jesús llegó a Nazaret, dijo a la multitud en la sinagoga:
«Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio.»
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.

Palabra del Señor.
Comentario a Lucas 4, 24-30:

Una semana más de este tiempo de Cuaresma para reflexionar, para amar la Palabra de Dios. Tenemos que amar lo que Jesús nos dice, aunque a veces nos cueste y nos duela, como el Evangelio de ayer que nos hablaba de la urgencia en convertirnos. Tenemos que convertirnos, tenemos que cambiar, no podemos seguir viviendo como siempre. Vos podés cambiar, yo también puedo cambiar. Todo podemos ser más santos. Jesús nos tiene paciencia, es el viñador, acordate. Sin embargo, toda paciencia tiene un límite. La paciencia de Dios es infinita, pero nuestra vida no. Por eso, una vez más, tenemos que despertarnos de este letargo, de este mundo que a veces nos quiere adormecer la conciencia y nos quiere convencer de que podemos seguir viviendo así, que ya está, que no tenemos nada que cambiar. No, no es así, nosotros, los cristianos, tenemos conciencia de que con la gracia de Dios todo lo podemos. Bueno, levántate como estés, levántate y ponete a caminar una vez más porque Jesús nos quiere santos.
Hace unas dos semanas, cuando empezamos la Cuaresma, apareció un texto en la primera lectura que quisiera volver a rescatar como introducción, también, y para ayudarnos a asimilar la Palabra de cada día. Un texto que habla sobre la Palabra misma. Dios mismo nos enseña lo que hace su Palabra, Dios mismo nos habla con su Palabra, es el mismo Dios que hace la obra con su Palabra, en cada uno de nosotros. Por eso lo mejor que podemos hacer es dejar que Dios haga su obra. El trabajo más arduo en nuestra vida no es en realidad hacer muchas cosas, sino más bien dejar que Dios obre, porque en definitiva él es el hacedor de nuestra vida, o por lo menos debería serlo. Él es el viñador y el dueño de la viña. El texto decía así, lo iremos desmenuzando también en estos días:
«Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé».
Es una maravilla y es muy lindo volver a escuchar este texto. La Palabra de Dios es comparada con la lluvia y la nieve que vienen del cielo. La Palabra de Dios viene del cielo, viene de lo alto aunque nos venga desde un medio humano, desde lo cotidiano, desde un libro, desde un audio, desde una persona, desde algo que nos pasó. Una cosa no quita la otra, al contrario, sino que una cosa necesita de la otra. Dios no nos puede hablar si no es a través de lo humano, pero al mismo tiempo tenemos que tener la certeza que viene del cielo, viene del corazón de Dios que es Padre y que quiere que caiga sobre nosotros la frescura de su lluvia que es Palabra, que en definitiva es Jesús.
La primera gran verdad que no podemos olvidar nunca cuando escuchamos la Palabra de Dios es que viene del cielo y es bendición, es algo bueno que Dios quiere decirnos, quiere refrescarnos, quiere sacarnos la sed, hacernos crecer, purificarnos. Y como viene del cielo, jamás puede hacernos mal, jamás puede y quiere hundirnos, entristecernos, porque jamás puede ser mentira, siempre es verdad que libera, verdad que anima y consuela, y que a veces desnuda nuestra condición débil, pero que cubre y cura. Así tenemos que escuchar la Palabra. Miremos la lluvia e imaginémonos que así quiere Dios que obre la Palabra en nosotros, como la lluvia obra en la tierra. Miremos la lluvia e imaginémonos que así desea Dios que su Palabra llegue a todos, que moje a todos.
Vamos a Algo del Evangelio de hoy.
Podríamos preguntarnos: ¿Por qué ningún profeta es bien recibido en su tierra, porqué Jesús fue rechazado en su propia tierra, en su lugar? ¿Por qué a nosotros nos pasa a veces lo mismo en nuestras familias, en los lugares que nos conocen? Justamente porque no se comprende esta verdad, por no comprender que Dios puede hablar así, como la lluvia y caer sobre todos; por no creer que Dios, que es grande, habla por medio de lo pequeño, de lo humano; por no entender que a Dios no lo podemos entender con la cabeza solamente, sino que tenemos que aceptarlo con el corazón, y que el único que nos enseña cómo es justamente es él mismo. Jesús hoy no se dejó matar, siguió su camino, aunque no lo entendieron y aunque quisieron asesinarlo. Así vamos nosotros en la vida, intentando seguir nuestro camino, el de Jesús, aunque nos quieran matar y hacer callar nuestra vos, simplemente porque no nos entienden, simplemente porque algunos no quieren escuchar lo evidente, simplemente porque no comprenden que Dios puede ser como la lluvia, que viene del cielo y empapa todo lo que toca. La diferencia es que la naturaleza no se cubre de la lluvia; en cambio, nosotros a veces sí, evitamos mojarnos como evitamos escuchar a Dios. Hoy dejemos que la lluvia de la Palabra nos empape y ayudemos a que estos audios de la Palabra se extiendan y empapen a todos, a buenos y malos, a los buenos para hacerlos más santos y a los malos para abuenarlos un poco.

www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
2025/07/13 01:27:40
Back to Top
HTML Embed Code: