Preparándonos para la Gran Fiesta de la Misericordia el día de mañana, compartiremos algunos puntos del diario de Santa Faustina.
300
+ La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a
Mi misericordia.
+ Oh, cuánto Me hiere la desconfianza del alma. Esta alma reconoce que soy
santo y justo, y no cree que Yo soy la Misericordia, no confía en Mi bondad.
También los demonios admiran Mi justicia, pero no creen en Mi bondad.
+ La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a
Mi misericordia.
+ Oh, cuánto Me hiere la desconfianza del alma. Esta alma reconoce que soy
santo y justo, y no cree que Yo soy la Misericordia, no confía en Mi bondad.
También los demonios admiran Mi justicia, pero no creen en Mi bondad.
17.
Por fin, llegó el momento cuando se abrió para mí la puerta del convento. Eso fue el primero de agosto, al anochecer, en vísperas de la fiesta de la Madre de Dios de los ángeles. Me sentía sumamente feliz, me pareció que entré en la vida del paraíso. De mi corazón brotó una sola oración, la de acción de gracias.
18.
Sin embargo, tres semanas después vi que aquí había muy poco tiempo para la oración y que muchas otras cosas me empujaban interiormente a entrar en un convento de regla más estricta. Esta idea se clavó en mi alma, pero no había en ella la voluntad de Dios. No obstante, la idea, es decir la tentación, se hacía cada vez más fuerte hasta que un día decidí hablar con la Madre Superiora y salir decididamente. Pero Dios guió las circunstancias de tal modo que no pude hablar con la Madre Superiora. Antes de acostarme, entré en una pequeña capilla y pedí a Jesús la luz en esta cuestión, pero no recibí nada en el alma, sólo me llenó una extraña inquietud que no llegaba a comprender. A pesar de todo decidí que a la mañana siguiente, después de la Santa Misa, le comunicaría a la Madre Superiora mi decisión.
Por fin, llegó el momento cuando se abrió para mí la puerta del convento. Eso fue el primero de agosto, al anochecer, en vísperas de la fiesta de la Madre de Dios de los ángeles. Me sentía sumamente feliz, me pareció que entré en la vida del paraíso. De mi corazón brotó una sola oración, la de acción de gracias.
18.
Sin embargo, tres semanas después vi que aquí había muy poco tiempo para la oración y que muchas otras cosas me empujaban interiormente a entrar en un convento de regla más estricta. Esta idea se clavó en mi alma, pero no había en ella la voluntad de Dios. No obstante, la idea, es decir la tentación, se hacía cada vez más fuerte hasta que un día decidí hablar con la Madre Superiora y salir decididamente. Pero Dios guió las circunstancias de tal modo que no pude hablar con la Madre Superiora. Antes de acostarme, entré en una pequeña capilla y pedí a Jesús la luz en esta cuestión, pero no recibí nada en el alma, sólo me llenó una extraña inquietud que no llegaba a comprender. A pesar de todo decidí que a la mañana siguiente, después de la Santa Misa, le comunicaría a la Madre Superiora mi decisión.
19.
Volví a la celda, las hermanas estaban ya acostadas y la luz apagada. Llena de angustia y descontento, entré en la celda. Nos sabía qué hacer [conmigo]. Me tiré al suelo y empecé a rezar con fervor para conocer la voluntad de Dios. En todas partes había un silencio como en el tabernáculo. Todas las hermanas como las hostias blancas, descansan encerradas en el cáliz de Jesús, y solamente en desde mi celda Dios oye el gemido de mi alma. No sabía que después de las nueve, sin autorización no estaba permitido rezar en las celdas. Después de un momento, en mi celda se hizo luz en la cortina vi el rostro muy dolorido del Señor Jesús. Había llagas abiertas en todo el rostro y dos grandes lágrimas caían en la sobrecama. Sin saber lo que todo esto significaba, pregunté a Jesús: Jesús, ¿quién te ha causado tanto dolor? Y Jesús contestó: Tú me vas a herir dolorosamente si sales de este convento. Te llamé aquí y no a otro lugar y te tengo preparadas muchas gracias. Pedí perdón al Señor Jesús e inmediatamente cambie la decisión que había tomado.
Al día siguiente fue día de confesión. Con que todo lo que había ocurrido en mi alma, y el confesor me contestó que había en ello una clara voluntad de Dios que debía quedar mi [en] esta congregación y que ni siquiera podía pensar en otro convento. A partir de aquel momento me siento siempre feliz y contenta.
Volví a la celda, las hermanas estaban ya acostadas y la luz apagada. Llena de angustia y descontento, entré en la celda. Nos sabía qué hacer [conmigo]. Me tiré al suelo y empecé a rezar con fervor para conocer la voluntad de Dios. En todas partes había un silencio como en el tabernáculo. Todas las hermanas como las hostias blancas, descansan encerradas en el cáliz de Jesús, y solamente en desde mi celda Dios oye el gemido de mi alma. No sabía que después de las nueve, sin autorización no estaba permitido rezar en las celdas. Después de un momento, en mi celda se hizo luz en la cortina vi el rostro muy dolorido del Señor Jesús. Había llagas abiertas en todo el rostro y dos grandes lágrimas caían en la sobrecama. Sin saber lo que todo esto significaba, pregunté a Jesús: Jesús, ¿quién te ha causado tanto dolor? Y Jesús contestó: Tú me vas a herir dolorosamente si sales de este convento. Te llamé aquí y no a otro lugar y te tengo preparadas muchas gracias. Pedí perdón al Señor Jesús e inmediatamente cambie la decisión que había tomado.
Al día siguiente fue día de confesión. Con que todo lo que había ocurrido en mi alma, y el confesor me contestó que había en ello una clara voluntad de Dios que debía quedar mi [en] esta congregación y que ni siquiera podía pensar en otro convento. A partir de aquel momento me siento siempre feliz y contenta.
Diario de Santa Faustina ~ 1310
Cuando uno está débil y enfermo hace continuos esfuerzos para lograr hacer lo que todos hacen normalmente; sin embargo no siempre es posible poder hacer “lo normal”, pero Te agradezco, Jesús, por todo. No la grandeza de la obra sino la grandeza del esfuerzo será premiada. Lo que se cumple por amor no es pequeño, oh Jesús mío, ya que Tu ojo ve todo. (53) No sé por qué me siento tan excepcionalmente mal por la mañana; para levantarme de la cama tengo que concentrar todas las fuerzas y a veces hasta recurrir al heroísmo. Al recordar la Santa Comunión recobro un poco más de fuerzas. Así pues, el día comienza con la lucha y con la lucha termina. Cuando me acuesto me siento como un soldado que vuelve del campo de batalla. Lo que encierra en si este día, lo conoces solamente Tu, Maestro y Señor mío.
Cuando uno está débil y enfermo hace continuos esfuerzos para lograr hacer lo que todos hacen normalmente; sin embargo no siempre es posible poder hacer “lo normal”, pero Te agradezco, Jesús, por todo. No la grandeza de la obra sino la grandeza del esfuerzo será premiada. Lo que se cumple por amor no es pequeño, oh Jesús mío, ya que Tu ojo ve todo. (53) No sé por qué me siento tan excepcionalmente mal por la mañana; para levantarme de la cama tengo que concentrar todas las fuerzas y a veces hasta recurrir al heroísmo. Al recordar la Santa Comunión recobro un poco más de fuerzas. Así pues, el día comienza con la lucha y con la lucha termina. Cuando me acuesto me siento como un soldado que vuelve del campo de batalla. Lo que encierra en si este día, lo conoces solamente Tu, Maestro y Señor mío.
1312
+ Hoy Jesús vino a la puerta bajo la apariencia de un joven pobre. Un joven macilento, en harapos, descalzo y con la cabeza descubierta, estaba pasmado de frio porque hacia un día lluvioso y frío. Pidió algo de comer caliente. Pero cuando fui a la cocina no encontré nada para los pobres; sin embargo tras buscar un rato encontré un poco de sopa que calenté y puse un poco de pan desmigajado. Se lo di al pobre que lo comió. En el momento en que le retiraba el vaso, me hizo saber que era el Señor del cielo y de la tierra. En cuanto lo vi tal como es, desapareció de mis ojos. (55) Cuando entré en la casa pensando en lo que había sucedido en la puerta, oí estas palabras en el alma: Hija Mía, han llegado a Mis oídos las bendiciones de los pobres que alejándose de la puerta Me bendicen y Me ha agradado esta misericordia tuya dentro de los limites de la obediencia y por eso he bajado del trono para gustar el fruto de tu misericordia.
+ Hoy Jesús vino a la puerta bajo la apariencia de un joven pobre. Un joven macilento, en harapos, descalzo y con la cabeza descubierta, estaba pasmado de frio porque hacia un día lluvioso y frío. Pidió algo de comer caliente. Pero cuando fui a la cocina no encontré nada para los pobres; sin embargo tras buscar un rato encontré un poco de sopa que calenté y puse un poco de pan desmigajado. Se lo di al pobre que lo comió. En el momento en que le retiraba el vaso, me hizo saber que era el Señor del cielo y de la tierra. En cuanto lo vi tal como es, desapareció de mis ojos. (55) Cuando entré en la casa pensando en lo que había sucedido en la puerta, oí estas palabras en el alma: Hija Mía, han llegado a Mis oídos las bendiciones de los pobres que alejándose de la puerta Me bendicen y Me ha agradado esta misericordia tuya dentro de los limites de la obediencia y por eso he bajado del trono para gustar el fruto de tu misericordia.
Diario de Santa Faustina ~ 1656
+ Jesús mío, Tu me bastas por todo en el mundo. Aunque los sufrimientos son grandes, Tú me sostienes. Aunque los abandonos son terribles, Tú me los endulzas. Aunque la debilidad es grande, Tú me la conviertes en fuerza. No sé describir todo lo que sufro; y lo que he escrito hasta ahora es apenas una gota. Hay momentos de sufrimientos que yo, de verdad, no sé describir. Pero hay en mi vida también momentos cuando mi boca calla y no tiene ni una sola palabra en su defensa y se somete totalmente a la voluntad de Dios, y entonces el Señor Mismo me defiende e interviene en mi favor y su intervención se puede ver incluso por fuera. Sin embargo, cuando advierto sus mayores intervenciones que se manifiestan como castigos, entonces le suplico ardientemente misericordia y perdón. Pero no siempre soy escuchada. El Señor procede conmigo de modo misterioso. Hay momentos en que Él Mismo permite terribles sufrimientos, pero también hay momentos cuando no me permite sufrir y elimina todo (44) lo que pudiera entristecer mi alma. He aquí Sus caminos impenetrables e incomprensibles para nosotros; nuestro deber es someternos siempre a su santa voluntad. Hay misterios que la mente humana jamás logrará
penetrar aquí en la tierra, nos los revelará la eternidad.
+ Jesús mío, Tu me bastas por todo en el mundo. Aunque los sufrimientos son grandes, Tú me sostienes. Aunque los abandonos son terribles, Tú me los endulzas. Aunque la debilidad es grande, Tú me la conviertes en fuerza. No sé describir todo lo que sufro; y lo que he escrito hasta ahora es apenas una gota. Hay momentos de sufrimientos que yo, de verdad, no sé describir. Pero hay en mi vida también momentos cuando mi boca calla y no tiene ni una sola palabra en su defensa y se somete totalmente a la voluntad de Dios, y entonces el Señor Mismo me defiende e interviene en mi favor y su intervención se puede ver incluso por fuera. Sin embargo, cuando advierto sus mayores intervenciones que se manifiestan como castigos, entonces le suplico ardientemente misericordia y perdón. Pero no siempre soy escuchada. El Señor procede conmigo de modo misterioso. Hay momentos en que Él Mismo permite terribles sufrimientos, pero también hay momentos cuando no me permite sufrir y elimina todo (44) lo que pudiera entristecer mi alma. He aquí Sus caminos impenetrables e incomprensibles para nosotros; nuestro deber es someternos siempre a su santa voluntad. Hay misterios que la mente humana jamás logrará
penetrar aquí en la tierra, nos los revelará la eternidad.