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Pedro anota en su Segunda Epístola que en la Escritura “tenemos la palabra profética más segura”, y ésta revela que en algún momento de la línea de tiempo una cadena de sucesos provocará la caída del sistema de gobierno de la bestia. El cielo se regocija por esto, y a esa gran muchedumbre que inicia el capítulo con un cortejo de alabanza -aquella que en Apocalipsis 7:9 “nadie podía contar” y que se encontraba en la presencia del Cordero delante del Trono-, se unen en adoración “los veinticuatro ancianos” y “los cuatro seres vivientes”. Se postran “en tierra” en señal de reverencia y adoran a Dios, que está “sentado en el trono”. Es la última vez que Juan los menciona en su libro. Su primera aparición tuvo lugar en el capítulo cuatro, antes de que el Cordero abriera los siete sellos del rollo. Los veinticuatro ancianos son parte de la corte celestial, están sentados en sus tronos y rodean en arco el Gran Trono de Dios (Apocalipsis 4:4). Etimológicamente, la palabra “ancianos”, «πρεσβυ‌τερος, presbúteros» (#4245 Strong griego), como sustantivo, significa viejo, anciano, mayor; específicamente, miembro del sanedrín israelita; figuradamente, miembro del concilio celestial. El «trono» es un asiento destacado que implica poder, una autoridad que se otorga a los que, por la edad o experiencia, están mejor cualificados para gobernar. Es interesante notar que Dios, a pesar de tener el control de todo, desea delegar su autoridad en los que lo abandonan todo para seguir a Jesucristo. Mateo 19:27-28: “Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.” Cada creyente debe estar preparándose para ese destino final, porque el que nos lavó de nuestros pecados con su sangre “nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre” (Apocalipsis 1:6). Las decisiones que tomamos, la forma en la que administramos nuestro tiempo y cómo manejamos los dones que Dios nos ha dado, cuentan. Apocalipsis no descubre la identidad de los ancianos, pero sí que están “vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas”. Aún se debate entre los eruditos de la Biblia si los veinticuatro ancianos son seres humanos o celestiales. Unos dicen que actúan como representantes de la Iglesia en su totalidad. Otros, que son el resultado de sumar a los doce patriarcas del Antiguo Testamento con los doce apóstoles del Nuevo Testamento. Y hay quien asegura que son un reflejo de las veinticuatro clases sacerdotales que servían en el Templo. Imposible saberlo. Sin embargo, algunas cosas sí podemos deducir. Parece que forman como una especie de senado de honor o concilio celestial que rodea el Trono de Dios. Recuerdan en cierta manera a los ancianos de Isaías 24:23: “La luna se avergonzará, y el sol se confundirá, cuando Jehová de los ejércitos reine en el monte de Sion y en Jerusalén, y delante de sus ancianos sea glorioso.”



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Pedro anota en su Segunda Epístola que en la Escritura “tenemos la palabra profética más segura”, y ésta revela que en algún momento de la línea de tiempo una cadena de sucesos provocará la caída del sistema de gobierno de la bestia. El cielo se regocija por esto, y a esa gran muchedumbre que inicia el capítulo con un cortejo de alabanza -aquella que en Apocalipsis 7:9 “nadie podía contar” y que se encontraba en la presencia del Cordero delante del Trono-, se unen en adoración “los veinticuatro ancianos” y “los cuatro seres vivientes”. Se postran “en tierra” en señal de reverencia y adoran a Dios, que está “sentado en el trono”. Es la última vez que Juan los menciona en su libro. Su primera aparición tuvo lugar en el capítulo cuatro, antes de que el Cordero abriera los siete sellos del rollo. Los veinticuatro ancianos son parte de la corte celestial, están sentados en sus tronos y rodean en arco el Gran Trono de Dios (Apocalipsis 4:4). Etimológicamente, la palabra “ancianos”, «πρεσβυ‌τερος, presbúteros» (#4245 Strong griego), como sustantivo, significa viejo, anciano, mayor; específicamente, miembro del sanedrín israelita; figuradamente, miembro del concilio celestial. El «trono» es un asiento destacado que implica poder, una autoridad que se otorga a los que, por la edad o experiencia, están mejor cualificados para gobernar. Es interesante notar que Dios, a pesar de tener el control de todo, desea delegar su autoridad en los que lo abandonan todo para seguir a Jesucristo. Mateo 19:27-28: “Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.” Cada creyente debe estar preparándose para ese destino final, porque el que nos lavó de nuestros pecados con su sangre “nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre” (Apocalipsis 1:6). Las decisiones que tomamos, la forma en la que administramos nuestro tiempo y cómo manejamos los dones que Dios nos ha dado, cuentan. Apocalipsis no descubre la identidad de los ancianos, pero sí que están “vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas”. Aún se debate entre los eruditos de la Biblia si los veinticuatro ancianos son seres humanos o celestiales. Unos dicen que actúan como representantes de la Iglesia en su totalidad. Otros, que son el resultado de sumar a los doce patriarcas del Antiguo Testamento con los doce apóstoles del Nuevo Testamento. Y hay quien asegura que son un reflejo de las veinticuatro clases sacerdotales que servían en el Templo. Imposible saberlo. Sin embargo, algunas cosas sí podemos deducir. Parece que forman como una especie de senado de honor o concilio celestial que rodea el Trono de Dios. Recuerdan en cierta manera a los ancianos de Isaías 24:23: “La luna se avergonzará, y el sol se confundirá, cuando Jehová de los ejércitos reine en el monte de Sion y en Jerusalén, y delante de sus ancianos sea glorioso.”

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