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En los siguientes tres meses las autoridades investigaron en profundidad la vida de Bundy y tomaron declaración a varios de los testigos, incluida su expareja Elizabeth Kendall. Tras su arresto, el 23 de febrero de 1976 comienza el juicio contra Ted por intento de secuestro con agravantes. Él creyó que se iba a librar. Pero cuando Carol DaRonch explicó lo acaecido aquella tarde mientras lo señalaba como el único culpable, Bundy rompió a llorar negando todos los cargos.
El juez lo sentenció a quince años de cárcel con posibilidad de libertad condicional y una vez en prisión pasó una serie de pruebas psicológicas. El resultado de los informes fue que no estaba loco, ni era psicótico, ni un desviado sexual. Su único problema era la fuerte dependencia que tenía de las mujeres y su temor a ser humillado por ellas. Por no mencionar su adicción a la pornografía que confesó en una de sus últimas entrevistas en televisión.

En abril de 1977 Bundy se prepara para un nuevo proceso y lo trasladan al condado de Garfield, donde decide defenderse a sí mismo. Su verdadera estrategia era escapar. Y así lo hizo. Durante varios días estuvo desaparecido, pero lograron capturarlo. Sin embargo, volvió a fugarse, esta vez a Florida. Mientras tanto las autoridades intentaban encontrarlo y relacionar todas las pruebas descubiertas en su vehículo con las pruebas recogidas en las escenas de los crímenes. Podía haber pasado desapercibido, pero su impulso asesino hizo que volviese a las andadas en otro colegio mayor femenino, Chi Omega.
Siete mujeres fueron atacadas y asesinadas en los seis meses que Bundy estuvo desaparecido. Entre ellas una niña de tan sólo doce años, a la que violó vaginal y analmente, estranguló y degolló. Todo el condado de Florida estaba aterrado por la sucesión de crímenes.

La pesadilla acabó la noche del 14 al 15 de febrero de 1978 cuando un policía mandó parar su coche al percatarse de que conducía de forma extraña. Le identificó y fue detenido ipso facto .

Sonriendo hasta el final

Las pruebas que se aportaron durante el primer juicio fueron determinantes. En especial una, el molde que un odontólogo hizo de los mordiscos de las víctimas y que coincidía con la dentadura del presunto criminal. A pesar de que Bundy se defendía a sí mismo, los moldes, las fotografías, los indicios y los testimonios le relacionaban con los casos de asesinatos ocurridos en varios condados.

Tras varias horas de deliberación, el jurado lo encontró culpable de los asesinatos de Lisa Levy y Margaret Bowman el 23 de julio de 1978. El juez sugirió que lo condenaran a la silla eléctrica.
El segundo juicio, esta vez por el asesinato de Kimberly Leach, se celebró el 7 de enero de 1980 en Orlando (Florida). Esta vez Bundy prefirió no autodefenderse y sus abogados intentaron apelar a la incapacidad mental. Sin embargo, nadie les creyó.

El 24 de enero de 1989 fue la fecha elegida para su ejecución. Hasta entonces, Ted lo había intentado todo para salvarse y, tras fracasar, decidió confesar todos sus crímenes. “Nosotros los asesinos en serie somos vuestros hijos, somos vuestros maridos, estamos en todas partes. Y morirán más hijos vuestros mañana”. Su última voluntad fue ir al baño para evitar hacerse sus necesidades encima y ver a un sacerdote. Tras su muerte, los medios de comunicación titularon la noticia: “Murió el Animal”.


Fuente: Artículo en periódico La vanguardia.



tgoop.com/elclubmartes/106
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En los siguientes tres meses las autoridades investigaron en profundidad la vida de Bundy y tomaron declaración a varios de los testigos, incluida su expareja Elizabeth Kendall. Tras su arresto, el 23 de febrero de 1976 comienza el juicio contra Ted por intento de secuestro con agravantes. Él creyó que se iba a librar. Pero cuando Carol DaRonch explicó lo acaecido aquella tarde mientras lo señalaba como el único culpable, Bundy rompió a llorar negando todos los cargos.
El juez lo sentenció a quince años de cárcel con posibilidad de libertad condicional y una vez en prisión pasó una serie de pruebas psicológicas. El resultado de los informes fue que no estaba loco, ni era psicótico, ni un desviado sexual. Su único problema era la fuerte dependencia que tenía de las mujeres y su temor a ser humillado por ellas. Por no mencionar su adicción a la pornografía que confesó en una de sus últimas entrevistas en televisión.

En abril de 1977 Bundy se prepara para un nuevo proceso y lo trasladan al condado de Garfield, donde decide defenderse a sí mismo. Su verdadera estrategia era escapar. Y así lo hizo. Durante varios días estuvo desaparecido, pero lograron capturarlo. Sin embargo, volvió a fugarse, esta vez a Florida. Mientras tanto las autoridades intentaban encontrarlo y relacionar todas las pruebas descubiertas en su vehículo con las pruebas recogidas en las escenas de los crímenes. Podía haber pasado desapercibido, pero su impulso asesino hizo que volviese a las andadas en otro colegio mayor femenino, Chi Omega.
Siete mujeres fueron atacadas y asesinadas en los seis meses que Bundy estuvo desaparecido. Entre ellas una niña de tan sólo doce años, a la que violó vaginal y analmente, estranguló y degolló. Todo el condado de Florida estaba aterrado por la sucesión de crímenes.

La pesadilla acabó la noche del 14 al 15 de febrero de 1978 cuando un policía mandó parar su coche al percatarse de que conducía de forma extraña. Le identificó y fue detenido ipso facto .

Sonriendo hasta el final

Las pruebas que se aportaron durante el primer juicio fueron determinantes. En especial una, el molde que un odontólogo hizo de los mordiscos de las víctimas y que coincidía con la dentadura del presunto criminal. A pesar de que Bundy se defendía a sí mismo, los moldes, las fotografías, los indicios y los testimonios le relacionaban con los casos de asesinatos ocurridos en varios condados.

Tras varias horas de deliberación, el jurado lo encontró culpable de los asesinatos de Lisa Levy y Margaret Bowman el 23 de julio de 1978. El juez sugirió que lo condenaran a la silla eléctrica.
El segundo juicio, esta vez por el asesinato de Kimberly Leach, se celebró el 7 de enero de 1980 en Orlando (Florida). Esta vez Bundy prefirió no autodefenderse y sus abogados intentaron apelar a la incapacidad mental. Sin embargo, nadie les creyó.

El 24 de enero de 1989 fue la fecha elegida para su ejecución. Hasta entonces, Ted lo había intentado todo para salvarse y, tras fracasar, decidió confesar todos sus crímenes. “Nosotros los asesinos en serie somos vuestros hijos, somos vuestros maridos, estamos en todas partes. Y morirán más hijos vuestros mañana”. Su última voluntad fue ir al baño para evitar hacerse sus necesidades encima y ver a un sacerdote. Tras su muerte, los medios de comunicación titularon la noticia: “Murió el Animal”.


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