Dios Habla Hoy

Desde el principio, el pecado ha llevado al ser humano a culpar a otros por sus propias faltas. Adán culpó a Eva y Eva culpó a la serpiente (Génesis 3:12-13), Caín se enojó con Abel en lugar de reconocer su propio pecado (Génesis 4:5-8), y Saúl justificó su desobediencia acusando al pueblo (1 Samuel 15:20-21). Sin embargo, el evangelio nos muestra lo contrario: nos confronta con nuestra propia responsabilidad y nos llama al arrepentimiento. Jesús enseñó que lo que contamina al hombre no es lo externo, sino lo que sale de su propio corazón (Marcos 7:20-23), y Pablo declara que "todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23). En lugar de buscar excusas, el evangelio nos lleva a confesar nuestros pecados, como David en el Salmo 51:3-4, reconociendo que hemos pecado contra Dios y necesitamos su gracia. Este es el verdadero evangelio: no se trata de elevar el ego de las personas ni de hacerlas sentir autosuficientes o merecedoras de bendiciones, sino de humillarnos ante Dios, reconocer nuestra condición pecadora y depender completamente de su gracia y misericordia. Cualquier mensaje que exalte al hombre en lugar de confrontarlo con su pecado y su necesidad de Cristo no es el evangelio de Jesucristo, sino una distorsión engañosa (Gálatas 1:6-9).

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167 viewsMar 4 at 12:14

Desde el principio, el pecado ha llevado al ser humano a culpar a otros por sus propias faltas. Adán culpó a Eva y Eva culpó a la serpiente (Génesis 3:12-13), Caín se enojó con Abel en lugar de reconocer su propio pecado (Génesis 4:5-8), y Saúl justificó su desobediencia acusando al pueblo (1 Samuel 15:20-21). Sin embargo, el evangelio nos muestra lo contrario: nos confronta con nuestra propia responsabilidad y nos llama al arrepentimiento. Jesús enseñó que lo que contamina al hombre no es lo externo, sino lo que sale de su propio corazón (Marcos 7:20-23), y Pablo declara que "todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23). En lugar de buscar excusas, el evangelio nos lleva a confesar nuestros pecados, como David en el Salmo 51:3-4, reconociendo que hemos pecado contra Dios y necesitamos su gracia. Este es el verdadero evangelio: no se trata de elevar el ego de las personas ni de hacerlas sentir autosuficientes o merecedoras de bendiciones, sino de humillarnos ante Dios, reconocer nuestra condición pecadora y depender completamente de su gracia y misericordia. Cualquier mensaje que exalte al hombre en lugar de confrontarlo con su pecado y su necesidad de Cristo no es el evangelio de Jesucristo, sino una distorsión engañosa (Gálatas 1:6-9).

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