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LA SALA DE ESTAR
Del comedor, pasamos al estar. El lugar era cómodo e íntimo. Me gustaba. Tenía una chimenea, sillones mullidos y un sofá, todo un ambiente de quietud.
Me dijo: “Este es un lugar maravilloso. Quisiera que viniésemos aquí más seguido. Es acogedor y tranquilo, un lugar ideal para compartir nuestra amistad.”
Bien, como un cristiano que está dando su primeros pasos, sentí una gran emoción. No podía imaginar nada mejor que pasar unos minutos con Cristo, en íntima comunión.
“Estaré aquí temprano cada mañana,” me prometió. “Encuéntrame aquí, y comenzaremos el día juntos.”
Y así, mañana tras mañana, yo bajaba de mi dormitorio a este lugar. Él tomaba de la biblioteca un libro de la Biblia. Lo abríamos y lo leíamos juntos. Él me revelaba las maravillosas verdades de la salvación de Dios. Mi corazón cantaba cuando me expresaba su amor y su gracia para conmigo. Eran momentos verdaderamente extraordinarios.
Sin embargo, poco a poco, bajo la presión de la muchas responsabilidades, ese tiempo juntos se fue haciendo más breve. ¿Por qué? No lo sé bien. Yo creía estar demasiado ocupado para dedicar un tiempo fijo y constante con el Señor. Entiéndanme, no fue algo intencional. Las cosas se dieron así; eso es todo. Después de un tiempo, no sólo se habían hecho más breves los encuentros sino que de vez en cuando yo faltaba a la cita. Había asuntos urgentes que me impedían tener ese tiempo para conversar a solas con Jesús.
Recuerdo una mañana… ansioso por salir a mis tareas, yo bajaba las escaleras saltando los escalones de dos en dos. Pasé frente al estar, y noté que la puerta estaba abierta.
Al mirar adentro, vi el fuego encendido y a Jesús sentado junto a la chimenea. De pronto, alarmado, recapacité: “Pero si Él es mi huésped. Yo lo invité a entrar en mi corazón. Él vino para ser mi Salvador y mi Señor, y yo lo estoy desatendiendo.”
Me detuve, volví, y con paso vacilante entré. Sin poder alzar la vista, dije: “Maestro, perdóname. ¿Estuviste aquí cada mañana?”
“Si” me respondió. “Te dije que estaría aquí todos los días para encontrarme contigo. Nunca olvides que te amo. Pagué un precio muy alto por redimirte. Tu amistad vale mucho para mi. Si no puedes guardar la hora silenciosa por amor a ti mismo, hazlo por mi.”
Al llegar a comprender que Cristo anhela mi compañía, que quiere estar conmigo y que me espera, transformó la naturaleza de mi tiempo a solas con Dios.
No deje usted a Cristo esperar en el lugar de encuentro de su corazón, sino busque cada día el tiempo en que, Biblia en mano y en oración, puedan encontrarse en comunión.
BY 🙏🏻pαlαcíσ dєl rєч👑
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