ALGODELEVANGELIO Telegram 17530
Comentario a Marcos 6, 53-56:

Vamos a continuar en esta semana reflexionando sobre esta imagen del camino, ¿te acordás que la semana pasada empezamos a reflexionar, a pensar un poco, a comparar esta imagen del camino con nuestra vida de fe?; de hecho, a los primeros cristianos se los llamaba «seguidores del Camino».
Cuando comenzamos siempre un camino, cuando emprendemos un viaje, en donde implica un esfuerzo en general, así como pasa con la vida de la fe, todo comienza bien, todo comienza con entusiasmo. Y es lindo que así sea, porque tenemos el corazón puesto en la meta, en nuestros deseos de llegar y en todo lo que vamos a experimentar a lo largo del camino. Todo al comienzo nos resulta fácil, no pensamos en las dificultades, no pensamos ni siquiera en los dolores del cuerpo, andamos incluso con la cabeza bien alta, mirando, observando todo. ¿No te pasó alguna vez? Bueno, es lindo que así sea y es lógico que así sea. Y así también pasa en nuestra vida cristiana. Después de una conversión o cuando descubrimos verdaderamente a Jesús, todo comienza sobre ruedas, como se dice, sobre patines. No nos cuesta la oración, no nos cuesta la participación en los sacramentos, todo se nos hace cuesta abajo. La gracia de Dios nos acompaña mucho y todo se nos hace más fácil.
Pero vamos a Algo del Evangelio de hoy, donde podemos descubrir a Jesús como médico, ayudando también, simbólicamente, a formar como hospitales por donde pasaba; en realidad, era la gente la que sin querer y por el gran deseo de ser sanados, transformaban el entorno de Jesús –las ciudades, los pueblos, las plazas– en hospitales. Porque eso hace él con nosotros, esa es una de las grandes tareas y misiones de nuestro Salvador: sanarnos, sanarnos principalmente del pecado que va carcomiendo nuestro corazón y nos va aislando de los demás. Porque la mayor consecuencia del pecado en nuestro corazón es el egoísmo, el excesivo amor propio que nos aísla de los otros y no nos permite crear relaciones sanas de amor que nos hagan vivir plenamente. En el fondo, nos invita el pecado a caminar solos, pensando que podemos.
Y por eso también para nosotros él es como el médico del alma. Del mismo modo que el sacerdocio cristiano y la Iglesia son de alguna manera ese ejercicio continuo de la sanación que Jesús vino a traer al mundo, incluso en el Evangelio de ayer veíamos como la gente se agolpaba para escuchar la Palabra de Dios, y hoy vemos como la gente se agolpa para ser sanada.
Algo del Evangelio de hoy, en muy pocas palabras, nos da una pincelada de lo que generaba la presencia de Jesús, de lo que se había extendido su fama por todos lados, del deseo insaciable que tenía la gente de estar con él por lo que hacía, por sus curaciones, por los exorcismos; y un poco menos, por sus palabras, por lo que decía. Siempre es más atrayente saber que alguien puede sanarnos de nuestros males físicos, que de nuestros males espirituales, morales, que muchas veces ni sabemos reconocer.
Te presento una suposición: si hoy te dijeran que en la plaza de tu ciudad, de tu barrio, en la plaza más cercana en donde vivís, va a estar alguien que cura y sana enfermos con solo tocarlos… ¿qué harías?, ¿qué haríamos? Me imagino que, si estás enfermo, irías corriendo o le pedirías a alguien que te lleve. Me imagino que, si no estás experimentando ningún sufrimiento en tu cuerpo, en una de esas te acercarías por curioso, porque por ahí no creerías mucho y ni te daría ganas de ir. Y si te digo que hoy en la plaza de tu barrio hay alguien que va a hablar a la multitud para dar un mensaje de paz, de cambio personal, de amor, palabras que cambiarán tu vida… ¿qué harías?, ¿qué haríamos? Bueno, algo así pasaba con Jesús. Sus curaciones atraían multitudes. Sus palabras generaban admiración, pero no siempre tanta adhesión. Lo mismo pasa hoy. Ante lo extraordinario, es fácil generar convocatoria, se llena fácil; sin embargo, ante lo cotidiano, ante palabras que lo que nos piden es un cambio de vida, un esfuerzo personal, no todos se entusiasman tanto.



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Vamos a continuar en esta semana reflexionando sobre esta imagen del camino, ¿te acordás que la semana pasada empezamos a reflexionar, a pensar un poco, a comparar esta imagen del camino con nuestra vida de fe?; de hecho, a los primeros cristianos se los llamaba «seguidores del Camino».
Cuando comenzamos siempre un camino, cuando emprendemos un viaje, en donde implica un esfuerzo en general, así como pasa con la vida de la fe, todo comienza bien, todo comienza con entusiasmo. Y es lindo que así sea, porque tenemos el corazón puesto en la meta, en nuestros deseos de llegar y en todo lo que vamos a experimentar a lo largo del camino. Todo al comienzo nos resulta fácil, no pensamos en las dificultades, no pensamos ni siquiera en los dolores del cuerpo, andamos incluso con la cabeza bien alta, mirando, observando todo. ¿No te pasó alguna vez? Bueno, es lindo que así sea y es lógico que así sea. Y así también pasa en nuestra vida cristiana. Después de una conversión o cuando descubrimos verdaderamente a Jesús, todo comienza sobre ruedas, como se dice, sobre patines. No nos cuesta la oración, no nos cuesta la participación en los sacramentos, todo se nos hace cuesta abajo. La gracia de Dios nos acompaña mucho y todo se nos hace más fácil.
Pero vamos a Algo del Evangelio de hoy, donde podemos descubrir a Jesús como médico, ayudando también, simbólicamente, a formar como hospitales por donde pasaba; en realidad, era la gente la que sin querer y por el gran deseo de ser sanados, transformaban el entorno de Jesús –las ciudades, los pueblos, las plazas– en hospitales. Porque eso hace él con nosotros, esa es una de las grandes tareas y misiones de nuestro Salvador: sanarnos, sanarnos principalmente del pecado que va carcomiendo nuestro corazón y nos va aislando de los demás. Porque la mayor consecuencia del pecado en nuestro corazón es el egoísmo, el excesivo amor propio que nos aísla de los otros y no nos permite crear relaciones sanas de amor que nos hagan vivir plenamente. En el fondo, nos invita el pecado a caminar solos, pensando que podemos.
Y por eso también para nosotros él es como el médico del alma. Del mismo modo que el sacerdocio cristiano y la Iglesia son de alguna manera ese ejercicio continuo de la sanación que Jesús vino a traer al mundo, incluso en el Evangelio de ayer veíamos como la gente se agolpaba para escuchar la Palabra de Dios, y hoy vemos como la gente se agolpa para ser sanada.
Algo del Evangelio de hoy, en muy pocas palabras, nos da una pincelada de lo que generaba la presencia de Jesús, de lo que se había extendido su fama por todos lados, del deseo insaciable que tenía la gente de estar con él por lo que hacía, por sus curaciones, por los exorcismos; y un poco menos, por sus palabras, por lo que decía. Siempre es más atrayente saber que alguien puede sanarnos de nuestros males físicos, que de nuestros males espirituales, morales, que muchas veces ni sabemos reconocer.
Te presento una suposición: si hoy te dijeran que en la plaza de tu ciudad, de tu barrio, en la plaza más cercana en donde vivís, va a estar alguien que cura y sana enfermos con solo tocarlos… ¿qué harías?, ¿qué haríamos? Me imagino que, si estás enfermo, irías corriendo o le pedirías a alguien que te lleve. Me imagino que, si no estás experimentando ningún sufrimiento en tu cuerpo, en una de esas te acercarías por curioso, porque por ahí no creerías mucho y ni te daría ganas de ir. Y si te digo que hoy en la plaza de tu barrio hay alguien que va a hablar a la multitud para dar un mensaje de paz, de cambio personal, de amor, palabras que cambiarán tu vida… ¿qué harías?, ¿qué haríamos? Bueno, algo así pasaba con Jesús. Sus curaciones atraían multitudes. Sus palabras generaban admiración, pero no siempre tanta adhesión. Lo mismo pasa hoy. Ante lo extraordinario, es fácil generar convocatoria, se llena fácil; sin embargo, ante lo cotidiano, ante palabras que lo que nos piden es un cambio de vida, un esfuerzo personal, no todos se entusiasman tanto.

BY Algo del Evangelio


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How to Create a Private or Public Channel on Telegram? Deputy District Judge Peter Hui sentenced computer technician Ng Man-ho on Thursday, a month after the 27-year-old, who ran a Telegram group called SUCK Channel, was found guilty of seven charges of conspiring to incite others to commit illegal acts during the 2019 extradition bill protests and subsequent months. The optimal dimension of the avatar on Telegram is 512px by 512px, and it’s recommended to use PNG format to deliver an unpixelated avatar. The group also hosted discussions on committing arson, Judge Hui said, including setting roadblocks on fire, hurling petrol bombs at police stations and teaching people to make such weapons. The conversation linked to arson went on for two to three months, Hui said. While some crypto traders move toward screaming as a coping mechanism, many mental health experts have argued that “scream therapy” is pseudoscience. Scientific research or no, it obviously feels good.
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