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Lamentablemente esta palabra (tradición) está un poco mal usada, tanto para el que le gusta mucho y la usa para aferrarse al no cambiar –esto lo vemos en los mal llamados, creo yo, «tradicionalistas»– como para el que las desprecia y critica lo tradicional, pero finalmente se aferra a su nueva tradición, creada por él mismo, por otros, que es la del cambio por el cambio mismo; un cambio a veces infantil, sin criterio, un cambio solo por capricho personal.
Tanto el que se aferra al pasado solo por el hecho de que todo lo anterior fue mejor, solo por pensar que todo lo de ahora es malo, como el que cambia por cambiar y rechaza todo lo antiguo; ambos no comprenden lo que significa lo «tradicional», ambos dejaron que las nubes le tapen el sol y se olvidaron del sol y, además, se quedaron peleando por las nubes. Esto nos pasa muchas veces en la Iglesia, parece que hay como dos bandos: los tradicionalistas o los progresistas. Dos etiquetas feas que no tienen sentido, mal puestas. Nada más alejado del Evangelio que etiquetarnos entre nosotros. Si nos ponemos etiquetas, es porque nos olvidamos de lo esencial, del sol. Si ponemos etiquetas a otros, es porque estamos juzgando y no entendimos el mensaje de Jesús en el Evangelio.
Aprendamos a aceptar ciertas nubes, ciertas tradiciones que nos ayudan a embellecer y a transmitir la fe, aceptemos que hay algunos que les puede gustar más o menos algunas cosas. Lo que no podemos aceptar es pelearnos por cosas que no son el sol. Mientras el sol está queriendo iluminarnos y nosotros estamos mirando para abajo, peleándonos por algunas nubes, perdiéndonos lo mejor; en este caso, caemos todos juntos en la hipocresía.
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p. Rodrigo Aguilar
BY Algo del Evangelio
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