Son hijos de Dios, como vos y como yo, son hermanos nuestros, y nos perdemos de algo si no vamos aprendiendo a mirarlos bien. Que Jesús nos lleve, nos conduzca de la mano a donde él quiera, para curarnos definitivamente de nuestras cegueras.
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p. Rodrigo Aguilar
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Jueves 20 de febrero + VI Jueves durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 8, 27-33
Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: « ¿Quién dice la gente que soy yo?».
Ellos le respondieron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas.»
Entonces Él les pregunto: «Y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo?»
Pedro respondió: «Tú eres el Mesías.» Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él.
Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad.
Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: « ¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.»
Palabra del Señor.
Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: « ¿Quién dice la gente que soy yo?».
Ellos le respondieron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas.»
Entonces Él les pregunto: «Y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo?»
Pedro respondió: «Tú eres el Mesías.» Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él.
Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad.
Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: « ¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.»
Palabra del Señor.
Comentario a Marcos 8, 27-33:
Volvamos a escuchar una vez más lo que realmente necesitamos escuchar, porque el mundo está lleno de palabras, los medios de comunicación están llenos de palabras, en la iglesia incluso a veces hablamos demasiado y amamos poco o hablamos demasiado y llevamos poco a la práctica lo que decimos. Es verdad, somos débiles, no somos un club de santos, sino que somos aquellos que fuimos llamados porque somos pecadores y tenemos que sanarnos también, por eso también pasan cosas en la Iglesia, no nos olvidemos. Pero por eso volvamos una vez más a escuchar que nuestra felicidad no estará en si somos algo para los demás, en si tenemos más o menos cosas, más o menos comodidades, o si tenemos cierto poder y podemos influenciar a los otros, sino que nuestra felicidad primero estará en sentirnos hijos de Dios, en vivir como hijos amados del Padre cada día, no olvidándonos de su amor; que la felicidad está en definitiva si aprendemos a llevar a la práctica ese amor que él mismo nos tiene, siendo misericordiosos, aprendiendo a consolar, aprendiendo a vivir sencillamente con lo que tenemos. Volvamos a escuchar, porque por ahí vos y yo no estamos bien hoy, por ahí pasamos muchas tristezas, por ahí vivimos enojados; porque, en definitiva, estamos poniendo todo nuestro esfuerzo y corazón en una felicidad que se nos escapa de las manos. La felicidad la vamos encontrando en la vida en la medida que caminamos, en la medida que nos animamos a salir un poquito, a levantar la cabeza y a no detenernos, a caminar y a encontrar las novedades que el Padre nos tiene preparados cada día. Bueno, recibamos una vez más con alegría este anuncio de que la felicidad que Dios nos quiere dar es muy distinta de la que a veces vos y yo buscamos.
Algo del Evangelio de hoy nos muestra a un Pedro, a un discípulo –vos y yo, acordate–, que es capaz de todo, que somos capaces de todo. Pedro es capaz de recibir una revelación, la revelación más importante de la historia a una persona, a convertirse inmediatamente en Satanás para Jesús, porque en definitiva sus pensamientos no fueron los del Padre, porque se quiso meter, quiso ser obstáculo al camino de Jesús. Todo en cuestión de minutos. ¿Te pasó eso alguna vez? Nos pasa muchísimas veces en muchísimas cosas. Cuando recibimos algo: un don, una inspiración, un deseo profundo de amar, y sin querer nos adueñamos de lo recibido, sin querer y a veces queriendo un poco nos «la creemos», como decimos, y terminamos patinando, derrapando en la curva siguiente, como para que se compruebe que la obra no era nuestra, sino de Dios Padre a través de nosotros.
Pienso que a veces nuestro Padre del Cielo permite que nos caigamos para que no olvidemos que todo lo bueno proviene de él y que jamás podemos adueñarnos de lo que no es nuestro. Pedro descubrió quién era Jesús, aun cuando en el fondo nadie lo sabía, por una revelación y por eso Jesús se alegra, porque Pedro fue el depositario de esa revelación del Padre que le mostró quién era verdaderamente.
Sin embargo, Jesús tampoco tiene pelos en la lengua para decirle a su querido Pedro que se transformó en Satanás, porque en definitiva Satanás es aquel que se quiere interponer en el camino que Dios Padre le trazó a Jesús, que no quiere que haga lo que el Padre quería, que no quiere que salve a los hombres por medio de la cruz, sino que le propone que lo salve de otra manera. Por eso, nosotros también nos podemos convertir en Satanás para los demás, en Satanás para el camino de Dios, no porque hagamos cosas muy malas, sino porque incluso queramos evitarle a los otros el camino que el Padre tiene para ellos, que puede ser también el de la cruz. ¡Qué lindo es poder vivir siendo conscientes que todo es don, que todo lo que tenemos es del Padre y que este Padre es padre de todos, que el Reino es de él, no es nuestro, y él que quiere ser santificado y no nosotros alabados, de que hay que cumplir su voluntad y no tanto la nuestra!
Volvamos a escuchar una vez más lo que realmente necesitamos escuchar, porque el mundo está lleno de palabras, los medios de comunicación están llenos de palabras, en la iglesia incluso a veces hablamos demasiado y amamos poco o hablamos demasiado y llevamos poco a la práctica lo que decimos. Es verdad, somos débiles, no somos un club de santos, sino que somos aquellos que fuimos llamados porque somos pecadores y tenemos que sanarnos también, por eso también pasan cosas en la Iglesia, no nos olvidemos. Pero por eso volvamos una vez más a escuchar que nuestra felicidad no estará en si somos algo para los demás, en si tenemos más o menos cosas, más o menos comodidades, o si tenemos cierto poder y podemos influenciar a los otros, sino que nuestra felicidad primero estará en sentirnos hijos de Dios, en vivir como hijos amados del Padre cada día, no olvidándonos de su amor; que la felicidad está en definitiva si aprendemos a llevar a la práctica ese amor que él mismo nos tiene, siendo misericordiosos, aprendiendo a consolar, aprendiendo a vivir sencillamente con lo que tenemos. Volvamos a escuchar, porque por ahí vos y yo no estamos bien hoy, por ahí pasamos muchas tristezas, por ahí vivimos enojados; porque, en definitiva, estamos poniendo todo nuestro esfuerzo y corazón en una felicidad que se nos escapa de las manos. La felicidad la vamos encontrando en la vida en la medida que caminamos, en la medida que nos animamos a salir un poquito, a levantar la cabeza y a no detenernos, a caminar y a encontrar las novedades que el Padre nos tiene preparados cada día. Bueno, recibamos una vez más con alegría este anuncio de que la felicidad que Dios nos quiere dar es muy distinta de la que a veces vos y yo buscamos.
Algo del Evangelio de hoy nos muestra a un Pedro, a un discípulo –vos y yo, acordate–, que es capaz de todo, que somos capaces de todo. Pedro es capaz de recibir una revelación, la revelación más importante de la historia a una persona, a convertirse inmediatamente en Satanás para Jesús, porque en definitiva sus pensamientos no fueron los del Padre, porque se quiso meter, quiso ser obstáculo al camino de Jesús. Todo en cuestión de minutos. ¿Te pasó eso alguna vez? Nos pasa muchísimas veces en muchísimas cosas. Cuando recibimos algo: un don, una inspiración, un deseo profundo de amar, y sin querer nos adueñamos de lo recibido, sin querer y a veces queriendo un poco nos «la creemos», como decimos, y terminamos patinando, derrapando en la curva siguiente, como para que se compruebe que la obra no era nuestra, sino de Dios Padre a través de nosotros.
Pienso que a veces nuestro Padre del Cielo permite que nos caigamos para que no olvidemos que todo lo bueno proviene de él y que jamás podemos adueñarnos de lo que no es nuestro. Pedro descubrió quién era Jesús, aun cuando en el fondo nadie lo sabía, por una revelación y por eso Jesús se alegra, porque Pedro fue el depositario de esa revelación del Padre que le mostró quién era verdaderamente.
Sin embargo, Jesús tampoco tiene pelos en la lengua para decirle a su querido Pedro que se transformó en Satanás, porque en definitiva Satanás es aquel que se quiere interponer en el camino que Dios Padre le trazó a Jesús, que no quiere que haga lo que el Padre quería, que no quiere que salve a los hombres por medio de la cruz, sino que le propone que lo salve de otra manera. Por eso, nosotros también nos podemos convertir en Satanás para los demás, en Satanás para el camino de Dios, no porque hagamos cosas muy malas, sino porque incluso queramos evitarle a los otros el camino que el Padre tiene para ellos, que puede ser también el de la cruz. ¡Qué lindo es poder vivir siendo conscientes que todo es don, que todo lo que tenemos es del Padre y que este Padre es padre de todos, que el Reino es de él, no es nuestro, y él que quiere ser santificado y no nosotros alabados, de que hay que cumplir su voluntad y no tanto la nuestra!
Pedro, como vos y yo, se olvidó, se olvidó al instante de haber recibido un don, no comprendió completamente esta verdad.
Se dejó llevar por sus pensamientos, igual que nosotros, que no nos gusta sufrir y, además, pretendemos un Dios que no pase por el sufrimiento, pretendemos un Dios que nos haya salvado de otra manera.
Por ahí hoy nos sirve preguntarnos lo que los niños a veces preguntan con tanta naturalidad y que tanto nos enseñan: ¿Qué quiere decir que Jesús haya muerto por mí?, como escuché una vez, o dejarnos preguntar por el mismo Jesús: ¿Quién soy yo para vos, quién decís que soy?
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Se dejó llevar por sus pensamientos, igual que nosotros, que no nos gusta sufrir y, además, pretendemos un Dios que no pase por el sufrimiento, pretendemos un Dios que nos haya salvado de otra manera.
Por ahí hoy nos sirve preguntarnos lo que los niños a veces preguntan con tanta naturalidad y que tanto nos enseñan: ¿Qué quiere decir que Jesús haya muerto por mí?, como escuché una vez, o dejarnos preguntar por el mismo Jesús: ¿Quién soy yo para vos, quién decís que soy?
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Viernes 21 de febrero + VI Viernes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 8, 34-9, 1
Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles.»
Y les decía: «Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de haber visto que el Reino de Dios ha llegado con poder.»
Palabra del Señor.
Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles.»
Y les decía: «Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de haber visto que el Reino de Dios ha llegado con poder.»
Palabra del Señor.
Comentario a Marcos 8, 34-9, 1:
¡Ay de nosotros, ay de nosotros, si tenemos fe, si decimos que tenemos fe, si la practicamos, si buscamos cada día hacer la voluntad de Dios de alguna manera y nos escandalizamos con estos «ay» de Jesús que escuchamos en el Evangelio del domingo. ¡Ay de nosotros, si estas palabras no penetran en nuestro corazón! Parece duro escuchar que Jesús dice: «¡Ay de ustedes…!». «¡Ay de ustedes, que no se dan cuenta que la felicidad pasa por otro lado! ¡Ay de ustedes, que viven peleándose entre ustedes, diciendo que se aman, pero en definitiva no terminan de respetarse, no terminan de descubrirse como un don el uno para el otro!». Eso decía también Jesús en el Evangelio del domingo. Nos invitaba a alegrarnos cumpliendo lo que Dios nos invita a cumplir, pero también se animaba a decirle a los fariseos y a nosotros: «¡Ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de los que están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de los que ríen, porque conocerán la aflicción! ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien!». ¡Ay de nosotros, si buscamos la felicidad por el camino equivocado! Por eso, una vez más, iremos a Jesús y dejemos que él nos muestre el camino de la felicidad.
No podemos ser felices verdaderamente, al estilo de Jesús, si no levantamos la cabeza y vemos que hay otros que necesitan de nuestro amor, que hay otros que necesitan de nuestra presencia, que hay otros que necesitan verdaderamente encontrar a Jesús. ¡Ay de nosotros, si decimos que tenemos fe y no somos capaces de remangarnos el corazón y entregarnos de algún modo a hacer de este mundo un mundo un poquito mejor, de lo que el hombre en definitiva está haciendo! Por eso, Señor, danos la fuerza de hacer tu voluntad, de buscar la felicidad por donde verdaderamente vale la pena, por donde vos querés que sea.
Y podemos preguntarnos juntos hoy: ¿Qué podemos aprender de Algo del Evangelio de este día? Que finalmente tiene que ver con lo que venimos hablando. Para vivir una vida plena y feliz, hay que enamorarse de Jesús, no hay otro camino; hay que querer finalmente seguirlo, no hay que seguirlo por obligación, y para querer, nos tiene que de algún modo atraer, y solo nos atrae aquello que nos enamora, aquello que es atractivo. Aunque parezca tonto lo que estoy diciendo, aunque parezca obvio, pero ¿cuántos cristianos, incluso vos y yo, a veces seguimos a Jesús como por obligación y no nos damos cuenta de lo bello, de lo maravilloso que es? ¿Cómo pretendemos que nuestros hijos sigan el corazón de Jesús si no los ayudamos a que se enamoren de él, si obligamos a los demás a hacer algo que en definitiva todavía no descubren? ¿Cómo pretendemos en la Iglesia que la gente se enamore de Jesús, se acerque a él si los obligamos, si los hacemos temer? ¿Qué nos pasó? ¿Qué nos pasa? La obligación verdadera y profunda brota del amor, y no al revés. El amor no se impone, se expone, se vive y eso es lo que finalmente ayudará y atraerá a otros. Cuando tenemos que imponer el amor, en definitiva, lo que estamos mostrando es que deja de ser amor; lo que estamos mostrando es lo contrario. La obligación impuesta no ayuda muchas veces. La obligación verdadera brota del corazón del que ama, el corazón del que ama se «liga» libremente al amado. Como lo hiciste seguramente con tu mujer, con tu marido alguna vez, te ligaste a él por amor. Pero cuando esta unión es impuesta, quiere decir que no es amada, que no es libre, y por eso en ese instante deja de ser verdadero amor.
Por eso… ¿Querés que tu hijo, tu hija ame a Jesús? Déjalo ser libre. Déjalo que sepa elegir, que aprenda a descubrir lo mejor. ¿Querés amar a Jesús de verdad, como yo también lo quiero? Escuchemos lo que hoy nos dice: «El que quiera venir detrás de mí…». El que quiera, el que quiera. Nunca lo impuso. No dice «el que lo sienta» tampoco, sino «el que quiera» y se quiera entregar verdaderamente, y si quiere también tenemos que descubrir con la cabeza y con el corazón. Se conoce con la cabeza y el corazón. Se ama con la cabeza y el corazón.
¡Ay de nosotros, ay de nosotros, si tenemos fe, si decimos que tenemos fe, si la practicamos, si buscamos cada día hacer la voluntad de Dios de alguna manera y nos escandalizamos con estos «ay» de Jesús que escuchamos en el Evangelio del domingo. ¡Ay de nosotros, si estas palabras no penetran en nuestro corazón! Parece duro escuchar que Jesús dice: «¡Ay de ustedes…!». «¡Ay de ustedes, que no se dan cuenta que la felicidad pasa por otro lado! ¡Ay de ustedes, que viven peleándose entre ustedes, diciendo que se aman, pero en definitiva no terminan de respetarse, no terminan de descubrirse como un don el uno para el otro!». Eso decía también Jesús en el Evangelio del domingo. Nos invitaba a alegrarnos cumpliendo lo que Dios nos invita a cumplir, pero también se animaba a decirle a los fariseos y a nosotros: «¡Ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de los que están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de los que ríen, porque conocerán la aflicción! ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien!». ¡Ay de nosotros, si buscamos la felicidad por el camino equivocado! Por eso, una vez más, iremos a Jesús y dejemos que él nos muestre el camino de la felicidad.
No podemos ser felices verdaderamente, al estilo de Jesús, si no levantamos la cabeza y vemos que hay otros que necesitan de nuestro amor, que hay otros que necesitan de nuestra presencia, que hay otros que necesitan verdaderamente encontrar a Jesús. ¡Ay de nosotros, si decimos que tenemos fe y no somos capaces de remangarnos el corazón y entregarnos de algún modo a hacer de este mundo un mundo un poquito mejor, de lo que el hombre en definitiva está haciendo! Por eso, Señor, danos la fuerza de hacer tu voluntad, de buscar la felicidad por donde verdaderamente vale la pena, por donde vos querés que sea.
Y podemos preguntarnos juntos hoy: ¿Qué podemos aprender de Algo del Evangelio de este día? Que finalmente tiene que ver con lo que venimos hablando. Para vivir una vida plena y feliz, hay que enamorarse de Jesús, no hay otro camino; hay que querer finalmente seguirlo, no hay que seguirlo por obligación, y para querer, nos tiene que de algún modo atraer, y solo nos atrae aquello que nos enamora, aquello que es atractivo. Aunque parezca tonto lo que estoy diciendo, aunque parezca obvio, pero ¿cuántos cristianos, incluso vos y yo, a veces seguimos a Jesús como por obligación y no nos damos cuenta de lo bello, de lo maravilloso que es? ¿Cómo pretendemos que nuestros hijos sigan el corazón de Jesús si no los ayudamos a que se enamoren de él, si obligamos a los demás a hacer algo que en definitiva todavía no descubren? ¿Cómo pretendemos en la Iglesia que la gente se enamore de Jesús, se acerque a él si los obligamos, si los hacemos temer? ¿Qué nos pasó? ¿Qué nos pasa? La obligación verdadera y profunda brota del amor, y no al revés. El amor no se impone, se expone, se vive y eso es lo que finalmente ayudará y atraerá a otros. Cuando tenemos que imponer el amor, en definitiva, lo que estamos mostrando es que deja de ser amor; lo que estamos mostrando es lo contrario. La obligación impuesta no ayuda muchas veces. La obligación verdadera brota del corazón del que ama, el corazón del que ama se «liga» libremente al amado. Como lo hiciste seguramente con tu mujer, con tu marido alguna vez, te ligaste a él por amor. Pero cuando esta unión es impuesta, quiere decir que no es amada, que no es libre, y por eso en ese instante deja de ser verdadero amor.
Por eso… ¿Querés que tu hijo, tu hija ame a Jesús? Déjalo ser libre. Déjalo que sepa elegir, que aprenda a descubrir lo mejor. ¿Querés amar a Jesús de verdad, como yo también lo quiero? Escuchemos lo que hoy nos dice: «El que quiera venir detrás de mí…». El que quiera, el que quiera. Nunca lo impuso. No dice «el que lo sienta» tampoco, sino «el que quiera» y se quiera entregar verdaderamente, y si quiere también tenemos que descubrir con la cabeza y con el corazón. Se conoce con la cabeza y el corazón. Se ama con la cabeza y el corazón.
Por eso para querer de verdad, hay que conocer. No se puede querer lo que no se conoce. Para querer lo que se conoce, lo conocido debe ser atractivo, debe ser la respuesta a lo que nuestro corazón busca desde siempre en el silencio, en la felicidad finalmente. Y Jesús es la respuesta más atractiva a todos nuestros anhelos, a los de tus hijos también, incluso la de los más alejados, aunque por ahora no se den cuenta.
¿Querés o no querés seguir a Jesús? Esa es la pregunta clave de hoy. Si decís que sí porque realmente estás enamorada o enamorado de él, alégrate, nada te va a frenar… ninguna renuncia, ninguna cruz. Irás «perdiendo tu vida», pero en el fondo estarás ganándola. Si decís que sí sin amarlo pero por una obligación externa, todo se te hará pesado y difícil, todo se te hará una carga insoportable, será un amor forzado. En el fondo, no será un verdadero amor. Todavía te faltará pedir el toque del corazón para enamorarte. Si decís que no, está bien, sos libre, es tu decisión… pero tenés que hacerte cargo de lo que decidís, tenés que asumir que sin él todo se te hará más difícil. Andarás por la vida creyendo que la estás «ganando» pero al final te darás cuenta que la estarás perdiendo en cosas que no salvan. ¡Qué lindo es saber que Jesús respeta nuestra libertad! Esto enséñalo siempre al transmitir la fe.
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p. Rodrigo Aguilar
¿Querés o no querés seguir a Jesús? Esa es la pregunta clave de hoy. Si decís que sí porque realmente estás enamorada o enamorado de él, alégrate, nada te va a frenar… ninguna renuncia, ninguna cruz. Irás «perdiendo tu vida», pero en el fondo estarás ganándola. Si decís que sí sin amarlo pero por una obligación externa, todo se te hará pesado y difícil, todo se te hará una carga insoportable, será un amor forzado. En el fondo, no será un verdadero amor. Todavía te faltará pedir el toque del corazón para enamorarte. Si decís que no, está bien, sos libre, es tu decisión… pero tenés que hacerte cargo de lo que decidís, tenés que asumir que sin él todo se te hará más difícil. Andarás por la vida creyendo que la estás «ganando» pero al final te darás cuenta que la estarás perdiendo en cosas que no salvan. ¡Qué lindo es saber que Jesús respeta nuestra libertad! Esto enséñalo siempre al transmitir la fe.
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Sábado 22 de febrero + Fiesta de la Cátedra de San Pedro + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 16, 13-19
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?»
Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas.»
«Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?»
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»
Palabra del Señor.
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?»
Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas.»
«Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?»
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»
Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 16, 13-19:
Celebramos hoy la fiesta llamada de la Cátedra de san Pedro. Por eso se nos ofrece en este día, en Algo del Evangelio, esta escena en la que Jesús le encomienda a Pedro una misión especial dentro del grupo de los doce apóstoles. Yendo a la actualidad, según algunos estudios, hoy hay en el mundo más de sesenta mil confesiones cristianas distintas. Sí, escuchaste bien, sesenta mil. Pensemos en cuántos locales, por decirlo así, o sucursales cristianas tenemos en nuestro kilometro cuadrado, en nuestras ciudades, en nuestros pueblos, cuántas Iglesias distintas hay. Todas esas confesiones cristianas, además, creen en cosas diferentes y sostienen una doctrina de fe y una ética diferente. Esto ocurre porque consideran que la Biblia es de libre interpretación y que el único principio válido es la escritura, de ahí las diferencias. Es verdad que tenemos que decir que tenemos algo en común, que creemos en Cristo, pero tendríamos también que decir que eso no alcanza para la verdadera fe. Pero si buscamos en la Biblia algún texto que sostenga que la fe se tiene que basar solamente en la misma escritura, en realidad no lo podemos encontrar. Tampoco se nos habla en la Palabra de Dios que la Palabra de Dios es para interpretarla libremente, sin ninguna comunidad que nos guie. La fe cristiana, auténtica está contenida en lo que se llama «el depósito heredado de la tradición», «el depósito de la fe», la tradición apostólica, o sea, la que viene de los apóstoles, de sus relatos, de lo que ellos contaron, de sus costumbres, de lo que hicieron, y también en la Sagrada Escritura, que es también por supuesto, valga la redundancia, parte del legado de los apóstoles.
Existe, tenemos que decirlo sin miedo, una sola Iglesia que fundó Jesucristo. Jesús fundó una sola Iglesia sobre Pedro. Cuando decimos que somos católicos, apostólicos y romanos, estamos confesando que nuestra fe proviene de los apóstoles unidos a Pedro, que derramó su sangre en la llamada colina vaticana donde se encuentra hoy su tumba y sobre la cual se encuentra la silla, la llamada catedra, donde Pedro se sigue sentando para transmitir la misma fe y moral, costumbres que vienen de Jesucristo y los apóstoles.
Jesús nos regaló al papa, al sucesor de Pedro, para garantizar la unidad y la continuidad de la misma fe. Por eso hoy celebramos esta fiesta, por eso celebramos la Cátedra de san Pedro, porque es el lugar desde el que se nos transmite esta verdadera fe.
El antiguo cardenal Ratzinger, que después fue el papa Benedicto, aseguraba que es un falso concepto de Dios decir «Dios sí, pero Cristo no, incluso Cristo sí, pero la Iglesia no». Algo tan difundido hoy en día. Voy a citar sus mismas palabras, decía así: «Si decimos Dios sí o tal vez, incluso, Cristo sí pero la Iglesia no, se crea un Dios, un Cristo según las propias necesidades y según la propia imagen. Dios, entonces, ya no es realmente una instancia que está frente a mí, sino que se convierte en una visión mía que yo tengo y, por lo tanto, responde también a mis propias ideas». Dios se convierte en una verdadera instancia, un verdadero juez de mi ser, por lo tanto también en la verdadera luz de mi vida, si no es solo una idea mía, sino si vive en una realidad concreta, si verdaderamente se sitúa ante mí y no es manipulable según mis ideas o deseos. Por eso separar a Dios de la realidad en la que Dios está presente y habla a la tierra, o sea, a la Iglesia, quiere decir no tomar en serio a ese Dios que se hace por lo tanto manipulable según mis necesidades y deseos.
Bueno, si fue un poco largo y difícil te invito a que lo escuches otra vez, pero tiene mucha verdad este texto y tiene mucha razón y mucha luz para nosotros hoy, en un tiempo en donde todo se cuestiona, y es verdad, la Iglesia, esta Iglesia fundada sobre la cátedra de Pedro, sobre la figura de Pedro y sus sucesores, tiene muchas debilidades, porque no es solamente santa, sino también pecadora y por eso cuesta tanto a veces aceptar. A esto podemos sumar que no podemos decir «Iglesia sí, pero el papa no».
Celebramos hoy la fiesta llamada de la Cátedra de san Pedro. Por eso se nos ofrece en este día, en Algo del Evangelio, esta escena en la que Jesús le encomienda a Pedro una misión especial dentro del grupo de los doce apóstoles. Yendo a la actualidad, según algunos estudios, hoy hay en el mundo más de sesenta mil confesiones cristianas distintas. Sí, escuchaste bien, sesenta mil. Pensemos en cuántos locales, por decirlo así, o sucursales cristianas tenemos en nuestro kilometro cuadrado, en nuestras ciudades, en nuestros pueblos, cuántas Iglesias distintas hay. Todas esas confesiones cristianas, además, creen en cosas diferentes y sostienen una doctrina de fe y una ética diferente. Esto ocurre porque consideran que la Biblia es de libre interpretación y que el único principio válido es la escritura, de ahí las diferencias. Es verdad que tenemos que decir que tenemos algo en común, que creemos en Cristo, pero tendríamos también que decir que eso no alcanza para la verdadera fe. Pero si buscamos en la Biblia algún texto que sostenga que la fe se tiene que basar solamente en la misma escritura, en realidad no lo podemos encontrar. Tampoco se nos habla en la Palabra de Dios que la Palabra de Dios es para interpretarla libremente, sin ninguna comunidad que nos guie. La fe cristiana, auténtica está contenida en lo que se llama «el depósito heredado de la tradición», «el depósito de la fe», la tradición apostólica, o sea, la que viene de los apóstoles, de sus relatos, de lo que ellos contaron, de sus costumbres, de lo que hicieron, y también en la Sagrada Escritura, que es también por supuesto, valga la redundancia, parte del legado de los apóstoles.
Existe, tenemos que decirlo sin miedo, una sola Iglesia que fundó Jesucristo. Jesús fundó una sola Iglesia sobre Pedro. Cuando decimos que somos católicos, apostólicos y romanos, estamos confesando que nuestra fe proviene de los apóstoles unidos a Pedro, que derramó su sangre en la llamada colina vaticana donde se encuentra hoy su tumba y sobre la cual se encuentra la silla, la llamada catedra, donde Pedro se sigue sentando para transmitir la misma fe y moral, costumbres que vienen de Jesucristo y los apóstoles.
Jesús nos regaló al papa, al sucesor de Pedro, para garantizar la unidad y la continuidad de la misma fe. Por eso hoy celebramos esta fiesta, por eso celebramos la Cátedra de san Pedro, porque es el lugar desde el que se nos transmite esta verdadera fe.
El antiguo cardenal Ratzinger, que después fue el papa Benedicto, aseguraba que es un falso concepto de Dios decir «Dios sí, pero Cristo no, incluso Cristo sí, pero la Iglesia no». Algo tan difundido hoy en día. Voy a citar sus mismas palabras, decía así: «Si decimos Dios sí o tal vez, incluso, Cristo sí pero la Iglesia no, se crea un Dios, un Cristo según las propias necesidades y según la propia imagen. Dios, entonces, ya no es realmente una instancia que está frente a mí, sino que se convierte en una visión mía que yo tengo y, por lo tanto, responde también a mis propias ideas». Dios se convierte en una verdadera instancia, un verdadero juez de mi ser, por lo tanto también en la verdadera luz de mi vida, si no es solo una idea mía, sino si vive en una realidad concreta, si verdaderamente se sitúa ante mí y no es manipulable según mis ideas o deseos. Por eso separar a Dios de la realidad en la que Dios está presente y habla a la tierra, o sea, a la Iglesia, quiere decir no tomar en serio a ese Dios que se hace por lo tanto manipulable según mis necesidades y deseos.
Bueno, si fue un poco largo y difícil te invito a que lo escuches otra vez, pero tiene mucha verdad este texto y tiene mucha razón y mucha luz para nosotros hoy, en un tiempo en donde todo se cuestiona, y es verdad, la Iglesia, esta Iglesia fundada sobre la cátedra de Pedro, sobre la figura de Pedro y sus sucesores, tiene muchas debilidades, porque no es solamente santa, sino también pecadora y por eso cuesta tanto a veces aceptar. A esto podemos sumar que no podemos decir «Iglesia sí, pero el papa no».
¡Cuidado! Hay algunos católicos también que creen que pueden prescindir del papa, que no les hace falta porque se consideran a sí mismos los depósitos de la fe, o sea, ellos son los que determinan qué cosa es verdad y qué cosa no, en qué cosa se equivocó o no el papa.
Hace ya muchos años los llamados «progresistas» eran conocidos como los rebeldes a la enseñanza del papa, pero hoy nos damos cuenta que en las críticas al papa o a los papas –no importa quién sea– se dan la mano, tanto los llamados «progresistas» como los llamados «tradicionalistas». Finalmente, como siempre se dice, los extremos se tocan. Ya va siendo hora que terminemos con esa bipolaridad y empecemos a ser católicos, verdaderamente católica, sin extremismo, que pongamos nuestra confianza en la guía que Jesús nos ofreció, nos ofrece a través de la Iglesia, sea quien sea, a quien santa Catalina de Siena llamaba «el dulce Cristo en la tierra».
No nos olvidemos de rezar hoy por el papa, siempre, porque es el que nos mantiene en la unidad. Después nos podrán gustar unas cosas, otras, pero finalmente si no tuviéramos papa, si no estuviera fundada la Iglesia sobre la figura de Pedro, estaríamos mucho más divididos de lo que ahora lamentablemente estamos.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmai.com
p. Rodrigo Aguilar
Hace ya muchos años los llamados «progresistas» eran conocidos como los rebeldes a la enseñanza del papa, pero hoy nos damos cuenta que en las críticas al papa o a los papas –no importa quién sea– se dan la mano, tanto los llamados «progresistas» como los llamados «tradicionalistas». Finalmente, como siempre se dice, los extremos se tocan. Ya va siendo hora que terminemos con esa bipolaridad y empecemos a ser católicos, verdaderamente católica, sin extremismo, que pongamos nuestra confianza en la guía que Jesús nos ofreció, nos ofrece a través de la Iglesia, sea quien sea, a quien santa Catalina de Siena llamaba «el dulce Cristo en la tierra».
No nos olvidemos de rezar hoy por el papa, siempre, porque es el que nos mantiene en la unidad. Después nos podrán gustar unas cosas, otras, pero finalmente si no tuviéramos papa, si no estuviera fundada la Iglesia sobre la figura de Pedro, estaríamos mucho más divididos de lo que ahora lamentablemente estamos.
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p. Rodrigo Aguilar
Domingo 23 de febrero + VII Domingo durante el año(C) + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6, 27-38
Jesús dijo a sus discípulos:
Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por lo que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.
Hagan por lo demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo.
Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes.
Palabra del Señor.
Jesús dijo a sus discípulos:
Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por lo que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.
Hagan por lo demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo.
Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes.
Palabra del Señor.